Antonio Casado-El Confidencial
- Frente al conminatorio marco mental del independentismo («Cataluña no es España»), la formulación debe ser otra. Los que respetan y los que no respetan las reglas del juego
Con cinco días de diferencia predicaron en Madrid el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (Club Siglo XXI), y su jefe político, Oriol Junqueras, líder de ERC (Onda Cero), que es la fuerza política dominante en la coalición nacionalista que gobierna en Cataluña.
En los dos casos se despacharon con un discurso falaz, acartonado, de frases hechas a modo de consignas y palabras enlatadas sobre la aspiración secesionista compartida por menos de la cuarta parte del censo electoral de dicha comunidad autónoma. En la frente traían pegado el salmo: “El referéndum es inevitable”.
“El Estado debe estar dispuesto a ganar o a perder”, dicen, pero hablan como si ya hubiera ganado el independentismo
Entre ambos, hubo un turno para el ganador de las últimas elecciones al Parlament y líder del principal partido de la oposición (PSC), Salvador Illa (Nueva Economía Forum), que también hizo parada y fonda en la capital de España con un mensaje inequívoco: “Ni referéndum ni amnistía”.
Al mismo tiempo, el expresidente del Congreso y exministro de Defensa José Bono pedía la palabra en TVE apelando a su memoria institucional y de partido como asidero de su rotunda aseveración: “Por demócrata y por socialista, Pedro Sánchez no puede consentir un referéndum de autodeterminación en Cataluña”.
Frente a estos dos últimos y contundentes pronunciamientos en el lado constitucional de la barricada, el salmo que se despacha en ERC alude a la falta de deportividad del Estado por resistirse a convocar una consulta sobre el futuro político de Cataluña. “Debe estar dispuesto a ganar o a perder”, dicen Aragonès y Junqueras en su más reciente entrega guionizada. Pero ni uno ni otro dejan de expresarse como si ya hubiera ganado el independentismo, en una clara vulneración de su propia lógica.
Los dos hablan continuamente de la Generalitat y las instituciones del Estado, como si fueran cosas distintas. Y no lo son. Al menos hasta que se reforme la Constitución o los nacionalistas ganen en un hipotético referéndum. Para lo primero tendrían que picar mucha piedra. Lo segundo es un atajo legal y políticamente inaceptable.
No están regulados los atajos que presentan como inevitables dos objetivos imposibles: autodeterminación y amnistía
Todo lo cual nos lleva a rebatir su conminatorio marco mental: Cataluña no es España. Como si fueran dos categorías reñidas e incompatibles. Iluminada por los principios democráticos, la formulación correcta es bien distinta. A un lado, los que respetan las reglas del partido que se está jugando. Al otro, quienes no las respetan. Desde los semáforos que limitan la libertad de cruzar una calle hasta el Código Penal que castiga la segregación territorial, pasando por los goles en fuera de juego. Se llama igualdad ante la ley.
Junqueras dijo el otro día en la radio que no se siente sedicioso ni malversador porque discrepa de las leyes aplicadas a su caso. Nada que objetar al desacuerdo, salvo su pretensión de quedar exento del principio de legalidad mientras esta no se modifique mediante los procedimientos previstos.
Los que no están previstos ni regulados son los atajos propuestos por ese tramposo lenguaje que presenta como inevitables dos objetivos imposibles (autodeterminación y amnistía no existen en nuestro ordenamiento constitucional) sin una reforma previa de la Constitución, por mucha cuerda que Sánchez y Aragonès quieran darle a la llamada mesa de diálogo.
Pero Aragonès y Junqueras seguirán usando palabras enlatadas para predicar que el referéndum es inevitable, que Cataluña no es España y que el Estado es represor.
Continuará.