El Correo-ANÁLISIS TONIA ETXARRI
Pablo Casado pasa a limpio los deberes que marca Vox
No le ha quedado más remedio al líder del PP, Pablo Casado, que ponerse las pilas. Viene empujando Vox. Con más ruido que fuerza electoral, pero con la capacidad que le dieron las urnas en Andalucía para hacer decantar la fórmula de gobierno. Si los populares no se adaptan buscando la cuadratura del círculo, no sólo peligrará la formación del Ejecutivo del cambio en la Junta de Andalucía sino que no habrá encuesta de prestigio que detecte el freno de su fuga de votos. El partido de Santiago Abascal está crecido. Después de que 400.000 electores andaluces le hayan dado 12 escaños (un resultado que no contempló ni de lejos el CIS de Tezanos), se siente con la suficiente fuerza como para plantear condiciones al PP y Ciudadanos a cambio de apoyar su pacto de legislatura. Trata de hacerse valer para romper con la táctica del aislamiento que otros partidos quieren imponerle. Están en ello.
Mañana martes sabremos si las normas de protección de las mujeres agredidas y amenazadas son objeto de mercancía política o los protagonistas se limitan a defender a las mujeres maltratadas con la ley en la mano. Con la discriminación positiva que esas situaciones conlleva. El complemento de medidas para atender los casos de violencia en el entorno familiar, aunque la asimetría penal es menor de lo que parece en algunos delitos, es otra cuestión que está contemplada en el Código Penal. Artículo 303.
Vox, cuando está reclamando no establecer discriminación alguna entre hombre y mujer al tratar los delitos de violencia, ¿se está saltando la Constitución? No parece. Se inspiran en el artículo 14 de la Carta Magna, en el que se alude a la igualdad de los españoles ante la ley. Sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Pero fue, precisamente, el término de ‘discriminación positiva’ el que propició que la Ley contra la Violencia de Género, aprobada por unanimidad en el año 2004 , fuera declarada constitucional por el tribunal.
Disquisiciones jurídico-políticas aparte, lo que quiere Vox es la foto del cambio político en Andalucía. Y como en ese reto existe una conjunción de intereses con el PP y Ciudadanos, el centro derecha tendrá que hacer juegos malabares para vencer algunos prejuicios manteniendo, a la vez, sus esencias.
Pablo Casado se está dedicando a pasar a limpio los deberes que le ha puesto Santi Abascal. Y va explicando que existe un 25% de víctimas de este tipo de violencia que son niños o ancianos. Entre pactos parlamentarios y mediáticos anda el juego. Mientras unos recuerdan que fueron ellos quienes promovieron el primer pacto nacional contra la violencia de género, otros aseguran que la ley sobre esta cuestión en Andalucía «es un auténtico despropósito de fondo y forma». El PP se va poniendo las pilas. Acercándose a su competidor electoral, el que le llama ‘acomplejado’. Y con la Constitución en la mano, por si acaso. Con la premura que requiere la garantía de la gobernabilidad en Andalucía. Convencido de que el ruido de Vox reducirá su intensidad en cuanto la Junta eche a andar.
Habrá que verlo. Ciudadanos sigue haciendo cálculos. La foto con Vox le incomoda. Otra vez el partido de Rivera puede hacer decantar la balanza. De momento, delega en el PP como interlocutor de la posible alianza. Para salvaguardar su estudiada ambivalencia.
Le está tocando al PP sostener su equilibrio sobre el alambre.
¿Cómo acercarse a Vox en Andalucía sin ‘quemarse’ en otras comunidades? En Euskadi, las perspectivas electorales del PP de Alfonso Alonso no son halagüeñas. Si a las encuestas que le auguran una pérdida considerable de votos se le añade la posible presencia de Ciudadanos y la aparición de Vox, los populares vascos tendrán que aplicarse la receta del equilibrio de Pablo Casado. Sostener su discurso conservador pero centrado. Reivindicando el discurso de Maroto pero sin rebasar los límites de los políticamente correcto. Al PP vasco le incomoda la presencia de Vox. No solo a Borja Sémper. En Euskadi el voto conservador que huye de aventuras como la secesionista catalana ya lo capitaliza el PNV, mientras el lehendakari Urkullu siga lanzando mensajes de moderación, aunque su partido pacte con Bildu proyectos excluyentes en el Parlamento. El PP tendrá que buscar otro hueco, como alternativa constitucionalista. Una baza que comporta riesgo.