Las provincias en pie y «la conjura del Goya»

EL CONFIDENCIAL 30/10/13
JOSÉ ANTONÍO ZARZALEJOS

Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es un filósofo, escritor y articulista de especial elegancia y profundidad. Desde hace unas semanas, lee los lunes en la cadena SER, traspasadas ya las 8 horas, un comentario breve y atinado. El último lo dedicó a describir su sentimiento tras participar el sábado día 26 en la presentación en Madrid del Movimiento Ciudadano que lidera Albert Rivera. Azúa dijo que había visto “el rostro del futuro” en el acontecimiento político que ya se conoce como “la conjura del Goya” en referencia al teatro más vanguardista de Madrid que acogió el evento. Acudió mucha gente. Parte llenó el auditorio. Otro tanto, o más, siguió las intervenciones desde fuera y todos aplaudieron la frase, tan plástica, tan oportuna, con la que el político catalán concluyó su discurso, tomada de Víctor Hugo: “Nada hay más poderoso que una idea a la que ha llegado su tiempo”.
La idea del Movimiento Ciudadano –de próxima presentación en Barcelona y Valencia– es la regeneración. Resulta creíble. Porque la proclaman gentes que en Cataluña han construido una fuerza política que está depredando sin aspavientos al PP y al PSC (según la encuesta de El Periódico de Catalunya publicada ayer y el lunes, Ciutadans sería el tercer partido político en el Parlamento catalán, batiendo ampliamente a socialistas y populares; y según otra de La Vanguardia del pasado 20 de octubre, irrumpiría también en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal con 4 concejales) porque proponen una serie de medidas transversales y lo hacen con discursos inteligibles pronunciados por personas a las que su trayectoria no desmiente.
Juan Carlos Girauta es un escritor brillante y analista acerado y contundente, Carolina Punset dispone de una agudeza extraordinaria y Antoni Asunción fue un socialista que dejó el ministerio del Interior en 1994 cuando se le escapó ante sus narices el exdirector general de la Guardia Civil, Luis Roldán. Asunción –era yo entonces director de El Correo y doy fe– llamó por teléfono a unos cuantos responsables de diarios para comunicarles que el fallo en la seguridad del Estado le exigía su renuncia a la poltrona ministerial.
Estos perfiles evocan también a los que abundan en Unión, Progreso y Democracia que, si no llega a un acuerdo con los de Rivera, y su Movimiento Ciudadano se convierte en una opción electoral de ámbito nacional, podría ver reducidas sus expectativas. Y a la postre, perjudicarse recíprocamente. Rivera acaba de declarar que Rosa Díez le ha dado “calabazas” hasta tres veces. La primera de las virtudes que deben demostrar, tanto los unos como los otros, es capacidad de pacto cuando sus propuestas resultan tan parecidas.
Para que “la conjura del Goya” sea algo más que un chispazo de vitalidad y dinamismo social hace falta que sus intangibles se materialicen. Rivera, Ciutadans y el Movimiento Ciudadano tienen el glamur de lo diferente frente al anquilosamiento de los partidos añosos; disponen de la frescura de unos discursos sin vicios dialécticos, de un nivel de ideologización que permite un alto grado de empatía con muchos colectivos sociales, de la frescura de la juventud de muchos de sus dirigentes –empezando por el propio Rivera– y de un enorme sentido de la oportunidad. Aterrizar todas esas percepciones en concreciones programáticas no es sencillo, pero tampoco imposible. Lo más valioso de los discursos de la “conjura del Goya” consiste justamente en su virtualidad para rescatar de la resignación abstencionista a cientos de miles de ciudadanos y de representar una alternativa a un voto que no se aviene a apoyar mecánicamente a opciones que han perpetrado clamorosos fraudes programáticos.
En Ciutadans, en Movimiento Ciudadano y en UPyD se concita una característica esencial: son energías que proceden de la periferia, de las provincias de España. Ortega y Gasset –el maestro siempre regresa– escribió que “en grande o en pequeño, toda historia nacional llega a un punto en que para recrecer necesita dejar descansar la vieja capital y esperarlo todo de la provincia en un momento en que es preciso despertar la periferia del gran cuerpo político y gritar ¡eh, vosotras, las provincias! es preciso que dejéis de ser provincianas. He aquí llegada la hora en que tenéis que aportar vuestros impulsos intactos. El Estado renacerá de vosotras o no renacerá. ¡Las provincias en pie!”.
Que España pueda adquirir nuevas energías que emerjan desde Barcelona y Vizcaya en forma de organizaciones nuevas y alternativas respondería a la lógica histórica a la que se refería Ortega. Una lógica que España necesita, cuidando de que a estas iniciativas –sea la del uno o la de la otra– no se adosen mercancías averiadas, parásitos del éxito ajeno. Hace falta que ese “rostro del futuro” que Félix de Azua creyó percibir en la “conjura del Goya” sea el comienzo de una realidad prometedora y no un trampantojo más de los que abundan en estos tiempos de convulsa crisis.