Las puertas del campo

Porque conocemos a los promotores de Sortu es lógico que se les exijan mayores garantías que a las monjas de clausura. La ley es igual para todos, pero no está pensada para trazar un campo de juego donde policías y ladrones participen por igual. Vivimos escuchando constantemente tristes y tontos tópicos, que sustituyen a la argumentación racional bien fundada y ofician como dogmas indiscutibles. El profesor Aurelio Arteta les ha dedicado un libro contundente que esperamos ver publicado dentro de poco. Uno de los tópicos de refranero más bobos e insulsos, y por tanto repetidos con mayor veneración, es el de que «no se pueden poner puertas al campo». Así se cierra el paso a la regulación sensata de lo que prolifera sin control y se concede patente de corso a cualquier bribonada de apariencia irresistible� pero que sólo resulta ser inaguantable. En realidad, las puertas siempre se le ponen al campo y sólo al campo. La puerta es lo que resguarda el hogar ordenado y razonable de los humanos del exterior campestre, donde está vigente la necesidad natural y la intemperie en que prevalece siempre el capricho de la fuerza. Son puertas las que nos defienden de lo que no deseamos ver arrastrarse por nuestra sala de estar� Poner puertas, o sea acordar leyes y normas, es la tarea civilizadora por excelencia. Luego decir que el campo no puede ni debe tener puertas es abogar por la barbarie. El refrán de marras lo hemos oído muchas veces, por ejemplo, en boca de quienes rechazan cualquier restricción a las pretensiones de la técnica, no siempre bienhechora. Sea en lo tocante a la energía nuclear, la manipulación genética o las armas químicas, no faltan entusiastas del «todo lo que puede hacerse, se hará», el dogma antimoral por excelencia. Ahora es frecuente escucharlo entre los descarados defensores de la piratería digital y quienes anatematizan a la industria de la cultura por quejarse de las nuevas formas de robo de la propiedad intelectual. Los saqueadores son inocentes y modernos, frente a los retrógrados que pretenden poner puertas al campo saqueador� Por último, se ha repetido el triste tópico en relación al polémico tema de la legalización de Sortu. Lo ha utilizado un portavoz de la nueva propuesta política, la alcaldesa de Hernani si no recuerdo mal. Es un curioso acto de fe, porque si alguien sabe ya que el Estado puede poner puertas al campo cuando hay una amenaza intransigente contra la estabilidad del país es precisamente Batasuna y la llamada izquierda abertzale� por no mencionar directamente a la maltrecha ETA. Sobre las puertas que pueden ponerse a Sortu caben algunas precisiones. Desde luego, la única argumentación inapropiada para una posible ilegalización es señalar que las personas que promueven este partido son conocidos miembros de Batasuna, vinculados por tanto a ETA. Si queremos que los malos se conviertan en buenos, el primer requisito es aceptar la obviedad de que fueron malos antes. Pero es que además el verdadero interés que presenta Sortu para los demócratas consiste en estar formado por gente que hasta ayer se opuso a la democracia vigente: si fuesen monjas de clausura o boy-scouts los que hicieran público su rechazo al empleo de la violencia, la noticia hubiera tenido bastante menos gracia. Ahora bien, precisamente porque conocemos a los promotores de Sortu es lógico que se les exijan mayores garantías que a los boy-scouts o a las monjas de clausura. La ley es igual para todos, desde luego, pero no está pensada para trazar un campo de juego neutral dónde ladrones y policías participen con las mismas posibilidades. Es lo que no parece comprender Txelui Moreno cuando dice que no condenan a ETA pero tampoco al Estado español. No, lo cierto es que tienen que condenar a ETA porque solicitan integrarse en las instituciones representativas del Estado español. Como Batasuna viene del apoyo a ETA, es decir, del ataque subversivo a las instituciones, ahora que quiere formar parte legal de ellas debe dejar claro que ha cambiado: y sólo pueden cambiar renunciando a lo que fueron, no haciendo promesas respecto a lo que van a ser� En una palabra: hay que salir definitivamente no sólo de la violencia, sino de la red de complicidades, subterfugios y patrañas ideológicas que se han aprovechado de su coacción para deslegitimar nuestro estado democrático. Que no sólo es culpa de Batasuna, sino también de otros, por acción u omisión: imagínense por ejemplo las ocasiones pasadas en que algunos medios del ámbito nacionalista hubieran podido emplear el celo inquisitorial que hoy guardan para Ana Urchueguía en revelar complicidades de figuras públicas con el terrorismo o en revelar los nombres de quienes han pagado dócilmente a ETA durante años. La banda infame ha vivido hasta hoy no sólo de la propaganda de unos sino también del silencio de otros�. Cuando Clodoveo, el primer rey pagano de los francos, decidió convertirse al cristianismo (por la fuerza de las circunstancias políticas, como Batasuna) el obispo que debía bautizarle exigió: «Ahora quema lo que has adorado y adora lo que has quemado». ¿Puertas al campo? Claro, y bien sólidas que deben ser. Fernando Savater, EL DIARIO VASCO, 30/3/2011