Lorwnzo Silva-El Correo
Los partidos están tan convencidos de sus argumentos que la repetición electoral parece inevitable
Han pasado los meses y hemos escuchado las razones de todos. Empezando por las del ganador de las elecciones, que eran las primeras y principales. Hemos sabido así que no veía oportuno darle sillones en el Consejo de Ministros a una fuerza política de la que no cabía esperar un respaldo lo bastante sólido en cuestiones de Estado, vistas sus simpatías hacia la causa de quienes aspiran a dinamitarlo e incluso destinan los dineros del contribuyente -esto es un hecho, probado documentalmente por la Guardia Civil- a desacreditarlo en el exterior. Tampoco son argumentos para la obtención de los puestos ministeriales la querencia antisistema y la escasa envergadura parlamentaria del grupo en cuestión, insuficiente para amarrar la investidura y aprobar presupuestos que sostengan la acción de Gobierno.
También hemos escuchado las razones de las fuerzas del centroderecha para no propiciar con una abstención técnica la investidura del único que parece en disposición de gestionar el Gobierno: no se puede confiar en un tipo impredecible que no se turba a la hora de pactar con los enemigos de España, un sujeto de ínfima catadura moral cuya única pulsión es seguir viajando en el Falcon todo el tiempo posible mientras la patria sucumbe a merced de sus enemigos. A última hora le han tirado un flotador que más parece un cinturón-bomba; a saber, que si se pone en sus manos y renuncia a todo margen de maniobra para hacer frente a los desafíos de orden constitucional y económico a los que se enfrenta el país, le permiten acceder a una presidencia que vendría a valer lo mismo que un puesto de ordenanza.
Hemos atendido, en fin, a las razones del asaltante celeste en jefe, intérprete único tras la liquidación de toda disidencia de la voluntad de su partido, que exige las carteras ministeriales como requisito sine qua non para considerar que a sus votantes se les respeta y para que sea posible vigilar como es debido a un PSOE demasiado proclive a entregarse a los poderes fácticos a cambio de asientos en consejos de administración (y el hecho es que precedentes de ese beneficio los hay y constan). A falta de esas carteras, el compromiso es insuficiente y nada cabe.
También hemos escuchado a los minoritarios, desde los que no contemplan otra cosa que el Santiago y cierra España hasta los que sueñan arcadias pastoriles aplazadas en aras del mal menor para su agenda de derribo del edificio común. Con todo esto cada uno se hace una idea de por qué no va a ser posible tener un Gobierno. Y como todos están tan convencidos de las razones que llevan exponiéndonos desde hace meses, nos cabe suponer que se arriesgarán a hacerlas valer ante los electores, que les darán o quitarán votos y serán quienes al final diriman el debate. ¿O a alguien le han entrado de pronto dudas?