SALVADOR SOSTRES – ABC – 24/05/16
· Un partido que antes de Mas había ganado siempre las elecciones y nunca había estado en la oposición no podría morir ni de un solo golpe ni por unos malos resultados. Mas ha tardado 15 años en arruinar el legado que Pujol le dejó. Ha sido un asesinato lento y doloroso, y ha hecho falta una una insólita mezcla de mediocridad y fatalidad para arrinconar a un partido que fue perfectamente confeccionado por Jordi Pujol según el patrón del catalán medio. Han hecho falta 15 años y seis puñaladas mortales, con esa arrogancia que convierte en letales a los incapaces.
- El espacio equivocado
El primer y último asesino de Convergència es Mas, que empezó a destruir el partido queriendo ocupar el espacio político de Esquerra. No solo fracasó sino que dio alas a los republicanos, que pasaron en apenas dos años (2010-2012) de 10 a 21 diputados, mientras CDC perdía 12. Mas abandonó el centro fértil para desangrarse en el extremo radicalizado, sin ninguna credibilidad como independentista y dejándole todo el prestigio de político central y centrado a Oriol Junqueras, referente natural del independentismo pero con una demostrada capacidad de entenderse con el Gobierno, con ministros tan significativos como Montoro o Luis de Guindos; y hasta con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
- La gran mentira
El segundo crimen llegó el 9 de noviembre, cuando Artur Mas quiso hacer ver que convocaba un referendo sobre la independencia y en su lugar organizó una solemne patochada llamada «participativa» para de un lado enseñar la patita y del otro no entrar en conflicto abierto con el Estado. Mas pretendía de este modo congraciarse con Esquerra Republicana y con la CUP, pero sin entrar en guerra abierta con el Estado. Lejos de lograr su objetivo, consiguió que Junqueras se indignara con el engaño y desconfiara de él para siempre. Antonio Baños, exlíder de la CUP, acabó diciendo de él, con brillante precisión, que «es como el amigo borracho que primero molesta y que después defiendes cuando le pegan». Y sin lograr ninguno de los objetivos que pretendía, ha tenido que cargar con el inconveniente que a toda costa quería evitar, que es la querella del Estado; y ahora tiene que defender como un farsante lo que no se atrevió a convocar como un patriota.
- «Hemos ganado»
La tercera puñalada que Mas le propinó a Convergència fue la noche del 27 de septiembre del año pasado, cuando tras el penoso resultado de 62 diputados que obtuvieron ERC y CDC presentándose conjuntamente –11 menos de los que habían obtenido por separado tres años antes– salió a proclamar que había ganado, cuando todo el mundo de daba cuenta de la derrota. En el primer acto de su venganza, la CUP se cobró la cabeza de Mas, que temeroso de afrontar unas elecciones en solitario que sabía que perdería –¡él, que tanta democracia reclama!– prefirió rendirse de antemano a cambio de que la CUP se comprometiera por escrito a una serie de contrapartidas que hace falta estar tan desesperado como Mas para pensar que en algún momento las cumpliría.
- El mal gusto
Su cuarta puñalada, que no ocupa un lugar concreto en la cronología, tiene que ver con el pésimo gusto del
expresident a la hora de elegir a la gente de la que se ha rodeado. Sus presuntos intelectuales son no más que el váter del pensamiento catalán -si es que «such a thing» como el pensamiento catalán, o catalanista, realmente existe-; y sus colaboradores y segundones, con Quico Homs como estandarte de lo más bajo que se puede caer, han multiplicado exponencialmente sus limitaciones.
- El papel mojado
El quinto atentado ha sido la segunda parte de la puñalada cupera, la segunda enmienda a la totalidad de aquel absurdo «Hemos ganado» que Mas pronunció la noche de las últimas autonómicas. Si en la primera enmienda la CUP liquidó a Mas, en la asamblea del pasado fin de semana, los antisistema decidieron dar despacho a Convergència, saltándose a la torera el compromiso que suscribieron con Mas, por la vía de anunciar que no votarán los presupuestos del actual Govern para forzar otro anticipo electoral –probablemente durante la primavera de 2017– que va a dar pie a la victoria de ERC y a que Oriol Junqueras acceda a la presidencia.
- Los pecados capitales
Todavía está caliente la sexta y definitiva puñalada que Mas le ha dado al partido que Pujol le legó. Como no podía de ser de otra manera, para el gran final que un gran partido merece, asesinado por un gran incapaz, contiene este golpe postrero la mayoría de los siete pecados capitales: el orgullo, la ira, la vanagloria, la soberbia e incluso la tristeza; y con su resentimiento, su falta de generosidad, su ridícula creencia de que el mundo le debe algo, quiere Mas fundar un nuevo partido porque asume que la anterior marca está quemada, y en lugar de dejar paso para que otros construyan a partir de lo que él ha estropeado, insiste en aferrarse al poder, condenando al nuevo engendro –que grotescamente volverá a llamarse Convergència y contará con los mismos dirigentes, incluido él– a repetir los errores que le han llevado a tan asombrosa demolición.
SALVADOR SOSTRES – ABC – 24/05/16