Jorge Vilches-La Razón
- Coordinar con acierto las taifas del PP; es decir, tener una orquesta de solistas, de dirigentes territoriales que interpreten la música y la letra que creen convenientes para sí mismos.
El éxito de Feijóo desde mañana hasta las elecciones generales depende de que cumpla tres tareas. Será un liderazgo nuevo en el PP que no tendrá nada que ver con lo visto desde 1990. No será un líder de conflicto y centralizador que encarne un proyecto transformador, como fue Aznar, ni uno pacífico y tecnocrático, al estilo de Rajoy. La fortaleza de Feijóo se construirá sobre pilares nuevos o fracasará.
La primera tarea de Feijóo será coordinar con acierto las taifas del PP; es decir, tener una orquesta de solistas, de dirigentes territoriales que interpreten la música y la letra que creen convenientes para sí mismos. Este ha sido el gran acuerdo del nuevo PP: nada de injerencias desde Génova. Los dirigentes territoriales serán intocables. No se volverá a repetir la defenestración de un líder territorial a cambio de la paz con un partido nacionalista, ni se discutirán las fechas electorales autonómicas en función de intereses.
Esto puede chirriar cuando haya opiniones diferentes, y dar munición a la izquierda, pero hoy es útil a Feijóo porque traslada la responsabilidad de los supuestos errores a los dirigentes territoriales. Es el caso del pacto con Vox en Castilla y León. Ante la alarma que puede causar entre los centristas un acuerdo con la «ultraderecha», Feijóo dirá que las ideas no importan tanto como los programas de gestión.
La segunda tarea de Feijóo será prometer la salud económica dentro de los parámetros socialdemócratas. No hablará de desmantelar el Estado paternalista, sino el Gobierno paternalista. Feijóo defenderá la expansión del bienestar social pagado por el Estado como parte del contrato político que da sentido a esta España democrática. Lo presentará como una tarea de Estado que obliga al PP.
Esta perspectiva la tendrá que completar con la promesa de una política económica y fiscal de atracción de capital inversor que cree riqueza y empleo, como en Madrid. Porque ese gasto social que promete solo se puede afrontar con una buena cantidad de ingresos. La fórmula liberal para conseguirlo es bajar los impuestos para que aumente la actividad, y de ahí sacar financiación, justo al revés que plantean los socialistas. Feijóo cuenta con la protesta ideológica de la izquierda, que dirá que así se favorece al capital en detrimento de la clase obrera. El gallego bostezará y apuntalará su centrismo.
La tercera tarea de Feijóo será más complicada. ¿Qué actitud hay que tomar frente al PSOE de Sánchez? El PP quiere volver a desempeñar el papel de partido con sentido de Estado. Ejemplo: la renovación de los miembros del CGPJ. Estos populares consideran que esa actitud conciliadora con los socialistas suaviza su imagen frente al electorado del centro-izquierda, al que quieren seducir, como en 2011, y ante la prensa del movimiento sanchista, que ya no los llamará «ultras».
He aquí el problema de Feijóo. El empeño en suavizar el discurso de oposición al PSOE y a su Frankenstein es una apuesta arriesgada porque aboca a dos escenarios seguros. Ayuso no va a retroceder en su antisanchismo. «No voy a pactar con el desastre», dijo la presidenta madrileña. Es una de sus señas de identidad, la dureza frente a la izquierda, y será un contraste muy llamativo frente a los pellizcos de monja del PP de Feijóo.
Vox, por otro lado, va a crecer gracias al centrismo reformista de los populares, e invadirá todo el territorio libre que deje Feijóo por su desprecio a la batalla de las ideas políticas. Esto supone que no volverán las mayorías absolutas de un solo partido. Abascal reunirá un nutrido grupo parlamentario. En esta circunstancia, Feijóo tiene que decidir con quién quiere gobernar, si con el PSOE por un supuesto sentido de Estado, o con Vox por seguir las inclinaciones del electorado. Muchas tareas pendientes.