Luis Ventoso-ABC

Lo de Irene Montero y el 8-M confirma que son unos políticos al margen de los problemas reales

Pablo Iglesias, Irene Montero, Alberto Garzón, Echenique… les gusta más escribir en Twitter que un brote de bambú a un oso panda. Sin embargo, siempre me llamó la atención que en plena crecida de los atentados yihadistas, unos golpes crudelísimos que sumían a toda Europa en el dolor, ellos apenas se referían a ellos. Como mucho, una frase volandera de pasada en sus cuentas. El terrorismo, un desafío de primer orden para cualquier país del mundo, no entraba en sus preocupaciones populistas. Tampoco la economía. La consolidación fiscal y el control de la deuda, garantizar el sostenimiento de las pensiones y la sanidad, o facilitar la vida de las empresas no merecían ni un minuto de su conversación, por lo

demás siempre verborreica. Tampoco la unidad de España, pues su única propuesta ante el envite separatista ha sido ponerles las cosas todavía más fáciles para que procedan a desguazar el país.

El podemismo -y la mayoría del PSOE sanchista- no tiene la mente los problemas cotidianos que marcan las vidas de las personas y las familias. La manera de ocultar esa carencia es opacarlo todo con una pátina de catecismo ideológico. Si eres un analfabeto numérico, si no tienes ni idea de cómo manejar la economía, siempre puedes disimular abriendo debates artificiosos sobre Franco, el catolicismo o los derechos de las mujeres y la comunidad LGTBI (que como debe ser, ya estaban perfectamente reconocidos antes de la llegada de este Gobierno).

Lo sucedido con la manifestación feminista del 8-M es un triste ejemplo de cómo el dogmatismo ideológico se antepone a los problemas reales y acuciantes. El pasado domingo a la mañana, cualquier ciudadano mínimamente informado sabía que en Madrid se estaba produciendo una escalada peligrosa de contagios del coronavirus. Carmen Calvo es vicepresidenta del Gobierno e Irene Montero duerme cada noche con un vicepresidente. Es obvio que su nivel de información es muy superior al de los españoles de común, por lo que tenían acceso sobrado para conocer la auténtica magnitud de la epidemia. Pero no podían permitir que la enfermedad arruinase su gran festejo malva (y más cuando ambas se están disputando el centro simbólico del feminismo progresista). Así que hicieron el avestruz ante el problema del coronavirus y se pasaron los días y horas previas promocionando un encuentro multitudinario que nunca debió haberse celebrado. El profesor Walter Ricciardi, máxima referencia italiana ante la crisis, explicaba en una entrevista con nuestro excelente corresponsal Gómez Fuentes que la manifestación de Madrid «fue una locura, porque se le hizo un favor al virus».

Deseo que Irene Montero se restablezca pronto y sin problemas. Pero espero que medite, madure y aprenda que la política está para mejorar la vida de las personas, no para mangonearlas, adoctrinarlas y hasta ponerlas en peligro.