LUIS VENTOSO – ABC – 03/09/16
· A los dos años de perder el referéndum, campaña de presión a los escoceses unionistas.
Cameron concebía la política como una variante de la ludopatía. Las apuestas de altísimo riesgo eran su debilidad. En la última, la del Brexit, salió del casino en pelota picada. Hace dos años, concedió un referéndum de independencia a los nacionalistas escoceses, con la idea de acallar para siempre la cantinela del supuesto malestar de Escocia (inventando y azuzado por los separatistas). Salmond, entonces primer ministro escocés y líder del SNP, aseguró solemnemente que el debate quedaría zanjado «para una generación». Con una presión intensísima del valioso establishment británico –corona, prensa, bancos y empresas–, la Unión se salvó por diez puntos.
De Escocia llegan ahora importantes lecciones. Resultan especialmente ilustrativas para españoles acomplejados de serlo, como Sánchez, o para los que pastelean con el separatismo, como Iglesias o Colau, entregada ya a esa modernísima causa que postula que un tío de Barcelona y uno de Zaragoza deben convertirse en extranjeros.
La primera lección escocesa es sencilla: el nacionalismo es insaciable. No cejará hasta crear un nuevo Estado a costa del existente. El único referéndum válido será el que ellos ganen. Solo dos años después de la votación que zanjaba el debate para toda una vida, el SNP ya exige otra, «porque Escocia es hoy diferente» (¡en dos años!). El argumento es el mismo que subyugó a los ingleses para consumar su pataleta del Brexit: «Debemos tomar las riendas de nuestro destino». Sentimentalismo ensimismado.
La segunda lección es que el separatismo es un enemigo muy peligroso, porque no duda en recurrir a técnicas totalitarias para conquistar al público. El poder como rodillo de propaganda. Sturgeon, la líder nacionalista, presentó ayer lo que llama «una nueva conversación» (al separatismo xenófobo le encantan los eufemismos, tipo «el procés»).
El asunto aterraría a Orwell: cada uno de los 120.000 militantes del SNP recibirá unos cuestionarios sobre la independencia y de aquí a noviembre tendrán que entrevistar al menos a cinco personas cada mes para «debatir» el tema. Pero ahora llega la chicha: los entrevistados habrán de ser escoceses que votaron a favor del Reino Unido hace dos años. Con maneras exquisitas, lo que ha presentado Sturgeon es una campaña exprés para presionar a los disidentes puerta a puerta. Tal vez aquí sí cabría ese adjetivo que tanto gusta a la nuestra izquierda: ¿fascismo?
La última lección escocesa es que al nacionalismo solo se lo frena confrontándolo, no presentándose como su sucedáneo light (como los socialistas españoles en Cataluña, Galicia, Baleares y el País Vasco). La líder más valorada hoy en Escocia es Ruth Davidson, una treintañera jovial, tory, lesbiana y cristiana firme, que se caracteriza por algo muy fácil: no le pasa una al dogma identitario. Mientras, la líder laborista escocesa, que se acercó al credo del SNP, ha hecho un Sánchez: castañazo en las urnas y la peor valorada.
Hay que plantarles cara. Juzguen y condenen de una vez a la señora Forcadell y a sus adláteres, que han cometido un gravísimo delito con su actuación golpista, y olviden las ententes buenistas con quienes quieren destruir nuestro país y nuestra democracia.
LUIS VENTOSO – ABC – 03/09/16