El lehendakari, la figura indiscutible del ‘Euskadi en marcha’, debería dedicar al TAV siquiera una centésima parte del tiempo y de las oportunidades que emplea para promocionar el derecho a decidir y la ruta de la doble consulta. No sea que, como ocurriera con el Estatuto de Gernika, el Tren de Alta Velocidad acabe siendo un proyecto de todos y de nadie.
La convocatoria por parte de la plataforma denominada AHT-Gelditu de concentraciones ante las empresas que trabajan para el tren de alta velocidad constituye una muestra más de nuestra singularidad. Mientras que en el resto de España las movilizaciones son sobre todo en demanda de más y mejores infraestructuras -o en contra de la ministra de Fomento por lo que pudiera considerarse una arrogante ineficacia-, aquí la izquierda abertzale, el sindicalismo nacionalista y la versión vasca de quienes el pasado martes defendieron la reprobación de la citada ministra en el Congreso -Ezker Batua- se muestran convencidos de que ya nos vale con lo que tenemos.
No solo eso, sino que vienen coincidiendo en una campaña que en parte está siendo alentada por ETA. La resistencia mostrada por determinados colectivos ciudadanos a ésta u otra obra pública es perfectamente legítima. Pero cuando la protesta es llevada a las puertas de las empresas constructoras, quien así procede asume la responsabilidad moral de concurrir en su esfuerzo con aquellos que vienen divulgando métodos de sabotaje contra el TAV.
Pero quizá lo más extraño del caso es que la figura indiscutible del «Euskadi en marcha», el lehendakari Ibarretxe, haya consignado un proyecto tan ambicioso en el capítulo de varios, sin darle más importancia. Resulta chocante que él, que se pasa los días como tenaz publicista de la innovación, de la competitividad, de la inserción de Euskadi en la globalización, no encuentre un minuto para dedicarlo al proyecto del TAV, y advertir de que la imposición no está en su trazado, sino en el ánimo saboteador de una minoría que cree haber encontrado en el tren de alta velocidad el nutriente que precisaba para perpetuar su afán totalitario.
No se trata de ser demasiado exigentes con la agenda del lehendakari, pero bastaría con que dedicara al TAV una centésima parte del tiempo y de las oportunidades que emplea para promocionar el derecho a decidir y la ruta de la doble consulta. No sea que, como ocurriera con el propio Estatuto de Gernika, el Tren de Alta Velocidad acabe siendo también un proyecto de todos y de nadie. Hay quien piensa que, con su ausencia, Ibarretxe intenta preservar el TAV de la trifulca pública, de manera que los trabajos se desarrollen como si nada. Pero como no estamos obligados a creernos tal supuesto, y como la campaña contra el TAV está ya siendo dirigida contra los elementos más sensibles de la catenaria, cabe exigir que el lehendakari rompa su sorprendente silencio.
Él, que ha empeñado su palabra en que convocará las dos consultas se oponga quien se oponga, debería volverla a empeñar afirmando que tendremos Tren de Alta Velocidad y en plazo.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 29/11/2007