Hoy se celebra en el Congreso de los Diputados un acto solemne y de gran trascendencia para el presente y el futuro de España. La princesa Leonor jura la Constitución Española, paso previo necesario para que, en su momento, asuma la titularidad de la Corona y la Jefatura del Estado, tal como establece nuestro ordenamiento jurídico que consagra el sistema de monarquía parlamentaria que disfrutamos. Su misión entonces será servir a España y a los españoles (ya lo está siendo, de hecho), en contraposición con algunos de nuestros actuales dirigentes políticos que, más que servir a España, por mucho que hablen cínicamente en su nombre, se sirven a sí mismos y a sus intereses personales; en el caso concreto de Pedro Sánchez, culmen del cinismo, para continuar en la Moncloa, para lo cual ya ha confirmado que concederá la amnistía a los golpistas y los corruptos independentistas catalanes que vulneraron la Carta Magna y declararon la independencia de Cataluña para extranjerizar a millones de ciudadanos y romper el Estado. No puede haber medida más reaccionaria.
La princesa Leonor prometerá o jurará guardar y hacer guardar la Constitución Española, amenazada en los tiempos actuales por dirigentes políticos irresponsables que anteponen sus intereses partidarios a los intereses generales de España, poniendo de ese modo en peligro el sistema democrático y la convivencia ciudadana, en un proceso de degeneración que afecta a las principales instituciones del Estado. Frente a ellos, tal como ya expliqué la semana pasada, la Corona es de las pocas instituciones que hoy día se salvan: es de las pocas que está cumpliendo su función y nos traslada un mínimo de certeza y certidumbre ante los males y los peligros que nos acechan. Y la princesa Leonor está llamada a seguir cumpliendo esa labor esencial para el mantenimiento de nuestros derechos y nuestras libertades.
A diferencia de algunos de los políticos actuales, que buscan fórmulas alternativas para, de facto, no prometer o jurar la Constitución Española, la princesa de Asturias se somete a ella con la fórmula apropiada: como no pretende hacerse la interesante ni tomarnos el pelo a los ciudadanos, no emplea los subterfugios que habitualmente usan los que se empeñan a diario en saltársela o echarla abajo. Aquí los adolescentes son los políticos que primero prometen o juran la Constitución de manera excéntrica y fraudulenta, después no asisten a consultas con el Rey tras la cita electoral, ahora se borran de la ceremonia histórica y, todos los días, buscan excusas para no respetarla.
En lugar de mejorar el funcionamiento del sistema democrático desde dentro, optan por gestos de desprecio a una de las pocas instituciones que funciona dignamente en España
Hasta tres ministros del Gobierno de España, Alberto Garzón, Ione Belarra e Irene Montero, se ausentarán de la ceremonia a través de la cual la Monarquía parlamentaria se somete al Congreso de los Diputados y, por lo tanto, al pueblo soberano. Son así de inteligentes e ingeniosos los representantes de la izquierda reaccionaria y la derecha nacionalista e independentista, anclados en eslóganes antiguos y, en el fondo, profundamente retrógrados. En lugar de mejorar el funcionamiento del sistema democrático desde dentro, optan por gestos de desprecio a una de las pocas instituciones que funciona dignamente en España. Más quisieran Belarra, Garzón o Montero estar a la altura de la Corona española. En los últimos tiempos, como ya dije aquí, Felipe VI ha sido el dirigente que ha mantenido mejor actitud y realizado los mejores discursos en defensa de nuestro sistema democrático. Y esto puede uno firmarlo sea de izquierdas o de derechas, monárquico o republicano, autonomista, federalista, centralista o mediopensionista.
No asistir a la ceremonia es una mamarrachada propia de los socios de Sánchez. Además de los tres ministros de Sánchez arriba citados, tampoco acudirán sus socios preferentes: nacionalistas, independentistas o antisistema; su boicot pretende minar nuestra democracia pero no quita valor a la ceremonia, solo nos recuerda en manos de quiénes estamos gracias al PSOE. y conviene no olvidarlo.
La Constitución Española puede cambiarse; sin ir más lejos, se me ocurre que puede modificarse para suprimir los derechos históricos que privilegian a unos determinados ciudadanos frente a los restantes. Pero también puede cambiarse para cambiar el modelo de Estado, suprimir la monarquía parlamentaria e implantar una república, tal como pretenden los que quieren independizarse o permitir a otros que se independicen. Por mucho que sea una incoherencia querer irse y a la vez decirnos al resto cuál es el sistema político más conveniente para el país que abominan, pueden proponerlo. Eso sí, puede hacerse a través de los procedimientos legales establecidos y respetando el juego de mayorías y minorías que la propia Constitución Española establece para su reforma. Mientras tanto, se respetan las leyes y las instituciones. Lo demás es parafernalia barata y demagogia. O sea, más de lo mismo. En cualquier caso, lo preocupante no es que los antisistema se comporten como lo que son, sino que estos sigan siendo los socios del PSOE sin que su dócil militancia diga esta boca es mía; esta es la auténtica anomalía democrática.
Constitucional y plenamente democrática
Sea como fuera, quedémonos hoy con lo fundamental: entre tanta ruina partidaria, sectarismo e irresponsabilidad, nos queda la Corona. Y hoy, a través del acto solemne protagonizado por la princesa Leonor, muestra nuevamente su sometimiento a la soberanía popular representada en el Congreso de los Diputados y su compromiso con España. Porque la monarquía española es constitucional y plenamente democrática. Además, tiene el apoyo mayoritario de la sociedad española. Su perdurabilidad, a diferencia de la del PSOE, parece garantizada.