IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Necesitamos una biodiversidad de empresas para reconstruirnos tras la pandemia

Euskadi avanza. No se si es muy oportuno hacerlo justo hoy, pero me atrevería a preguntarnos si el lema elegido para esta serie de actos -ya vamos por el cuarto- constituye la expresión de un deseo o es la constatación de una realidad. O puede ser que sea ambas cosas, porque es evidente que queremos avanzar, queremos dejar atrás lo antes posible esta maldita pandemia que nos tiene atribulados. Hemos tenido demasiado muertos, demasiados enfermos que lo han pasado mal y demasiado profesionales que se han dejado la piel tratando de curar a la marea de contagiados por el virus. También hemos sufrido unas restricciones a la movilidad nunca vistas, y una caída de la actividad jamás contemplada, lo que nos ha supuesto un año sin avances y con retrocesos, un año con más paro y menos empleos, un año con terribles caídas de demanda que han tensionado las tesorerías de muchas empresas hasta cuestionar severamente su viabilidad.

Aunque muchos lo pongan en duda, me parece igualmente evidente que hemos avanzado mucho, en especial en solidaridad social. La aplicación generosa del sistema de los ERTE y la concesión bondadosa de créditos ICO han salvado empresas y empleos. Al menos con carácter temporal, pues todavía es pronto para determinar con exactitud cuáles de los daños producidos son temporales, susceptibles de recuperación cuando la actividad y la demanda posterior vuelvan a sus niveles normales; y cuáles serán, desgraciadamente, definitivos. Que los habrá. El coste económico de todas las actuaciones realizadas adoptadas, medido en términos de esfuerzo de las cuentas públicas, ha sido enorme y todavía no está cerrado. No lo estará hasta que las vacunas se hayan generalizado tanto que la famosa inmunidad de rebaño nos permita abrir las puertas y cerrar los abrazos, volver a movernos y seguir activos. Aún tenemos meses por delante en los que será necesario mantener los apoyos económicos para minimizar los daños sociales.

Si eso es así, en términos absolutos, espero no ser demasiado impertinente al recordar el dato desvelado por la Cámara de Comercio la semana pasada que señalaba al País Vasco como la comunidad autónoma que más peso relativo en el PIB nacional ha perdido en los últimos 35 años. Podríamos llegar a pensar que, a la vista de los datos, no es cierta la equiparación entre autonomía y desarrollo que aquí hemos considerado siempre como una especie de dogma laico. O también, que ese es el legado que nos dejó ETA, junto con los cientos de muertos, extorsionados y secuestrados. El precio de una siniestra ensoñación por la que caminan decididos nuestros vecinos del extremo Este.

Pero bueno, olvidemos lo que pasó y no debió pasar; lo que pudo ser y no fue. A pesar de todo, Euskadi mantiene su pulso y los premiados este lunes son una buena muestra de ello. Cada uno tiene su historia y su importancia. La de Iberdrola es la más sencilla de analizar. Su peso en nuestra economía, y en nuestra sociedad, es capital, imprescindible e insustituible. No solo por lo que representa en sí misma, los empleos que mantiene, el servicio que presta y los impuestos que paga. Por cierto, ¿por qué a la hora de cuantificarlos algunos se refieren solo al Impuesto sobre Sociedades, lo calculan mal y no contabilizan los IVA generados, los IRPF abonados, las tasas soportadas…?. También es capital la tracción que genera en el entorno, las compras que realiza, las inversiones que induce y la actividad que soporta. En resumen, una empresa imposible de sustituir a la que es necesario cuidar.

Bodegas Faustino es un espléndido ejemplo de empresa tradicional, en el mejor sentido de la palabra, fruto del esfuerzo de muchas generaciones y, en especial, del de su padre don Julio, continuado hoy con brillantez por sus hijas Lourdes y Carmen. Una empresa que fue pionera en la exportación y que está hoy en vanguardia de la innovación. Viralgen es una firma diferente, con muchísimo más futuro que pasado. Javier García nos demuestra que es posible crear en Euskadi una empresa puntera, en un sector mundializado y poblado de grupos gigantescos entre los que tiene mucho mérito sacar la cabeza y despuntar. Una empresa nueva, en un sector nuevo, que debe suplir a los que se quedan obsoletos. Por su parte, Mondragón Assembly completa el elenco de premiados desde una óptica de la economía social que ha sabido aprovechar una gran oportunidad, allí donde todos vimos amenazas.

El abanico de las cuatro empresas muestran la biodiversidad que nos conviene mantener: una grande y sólida en un sector de base, otra tradicional reinventada, otra nueva en un sector de futuro y una cooperativa atenta a los cambios que se producen. En resumen, una muestra perfecta de lo que necesitamos para reconstruirnos tras la pandemia: empresas de todos los tamaños y emprendedores abiertos a todos los vientos. Hoy les premiamos, mañana hay que cuidarlos.