JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 23/10/13
· Estamos ante un crimen contra la esencia misma de la democracia. Parece que también los sueños de la razón jurídica producen monstruos.
SI la Justicia se redujera a aplicar la ley al pie de la letra, bastaría introducir en una computadora el tipo de delito, la jurisprudencia de los tribunales superiores, apretar un botón y tener el veredicto. Esta interpretación tan reducida de las leyes jibariza la Justicia, hasta el punto de hacer una parodia de ella. Las leyes no son artículos de fe. Son directrices generales, que los jueces han de interpretar en cada caso, para llegar a la sentencia apropiada para él. Cualquier otra cosa sería convertir los tribunales en autómatas.
Me estoy refiriendo, como habrán adivinado, a la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que anula la doctrina Parot por tan miope visión de la Justicia. Por lo pronto, la doctrina Parot no «alarga» la condena impuesta a determinados reos, como se alega invocando el principio de la «no retroactividad» de las leyes. La doctrina Parot elimina tan sólo los beneficios penitenciarios en los caso de delitos horrendos y perpetradores no arrepentidos. Pues no basta «portarse bien» en la cárcel para acortar la pena. Hay que colaborar con la Justicia y reconocer el daño causado a las víctimas para acogerse a tales beneficios, que, no olvidemos, son medidas de gracia, no de derecho. A lo que se añade el esperpento de que los multiasesinos de ETA quedarán en libertad gracias al Código de la dictadura. ¿Le darán las gracias a Franco? Claro que Franco los hubiera fusilado.
Todavía más cuesta aceptar que un tribunal como el de Estrasburgo no haya tenido en cuenta la cantidad de los delitos. Pues si el ensañamiento, el engaño, el parentesco con la víctima son agravantes en este tipo de delitos, ¿por qué se ha pasado por alto el número de víctimas? ¿O es lo mismo asesinar a una persona que a veinte? El citado tribunal actuó como si el reo hubiese asesinado a sólo una persona, indultándole de facto del asesinato de las restantes. ¿Qué clase de Justicia es ésa? Y, encima, sin apreciar el peligro que representan para la sociedad asesinos comunes que van a salir a la calle de contrabando por esa sentencia.
Aunque lo peor de todo es que en Estrasburgo tampoco han tenido en cuenta el motivo de los terroristas que van a beneficiarse de este indulto caído, no del cielo, sino de un tribunal que se hace llamar de Derechos Humanos. Cuando se mata por venganza, por dinero, por celos, por odio, hay una causa –inexcusable desde luego–, pero atribuible a una rastrera pasión humana. Pero el terrorista no mata por eso. Mata por las ideas. Para acabar con el que piensa distinto de él y advertir a quienes sientan la tentación de hacerlo. Si una de las máximas de la democracia es la atribuida a Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que usted piensa, pero daría mi vida para que pueda seguir pensándolo», estamos ante un crimen contra la esencia misma de la democracia. Parece que también los sueños de la razón jurídica producen monstruos.