Mikel Buesa-Libertad Digital
Algo debe de tener la libertad cuando, cada vez que se la invoca, sus enemigos salen en tropel para descalificar, vilipendiar e incluso aniquilar a quienes apelan a ella para protestar frente a los abusos del poder. Uno de esos enemigos de la libertad es el humorista Ricardo, colaborador del periódico El Mundo, que ha publicado una viñeta que me llena de llena de indignación. Tanta que, seguramente, nunca hubiera escrito sobre el tema concreto de este artículo si no la hubiera visto. Titulada Madrid, barrio de Salamanca, en ella se alude al movimiento vecinal que, durante la última semana, se ha levantado para reclamar libertad a las ocho de la tarde en la calle Núñez de Balboa.
El dibujo en cuestión presenta una manifestación trufada de banderas españolas en la que participan hombres y mujeres, así como un siniestro personaje que no es otro que el coronavirus. El covid-19 también reclama libertad, con lo que se sugiere que se encuentra a sus anchas en ese ambiente y que, en consecuencia, son los humanos participantes en la algarada quienes propician la epidemia que nos mantiene a todos en ascuas desde hace meses. El dibujante no alude a otros posibles ambientes que pudieran favorecer los contagios, como por ejemplo las concentraciones de deportistas o de paseantes o de padres con sus hijos menores, ni por supuesto a otros actores conceptualmente complejos, como pudiera ser el Gobierno de Sánchez, debido al retraso con el que abordó la lucha contra la epidemia. No, para Ricardo los responsables de los estragos causados por el virus son los vecinos que invocan a la libertad.
Pero ahí no para la cosa. El coronavirus de la viñeta porta la bandera de España, lo mismo que esos vecinos a los que acabo de mencionar. O sea, que no son los transeúntes del barrio de Salamanca, en general, los aliados de la epidemia, sino tan sólo aquellos que albergan un sentimiento patriótico y se amparan en la enseña española, precisamente, porque ella representa, con la Constitución de por medio, el respeto y la exaltación de la libertad.
Y es más, ni siquiera se trata de unos vecinos patriotas, sino de unos individuos retrógrados, traídos de otra época, seguramente del franquismo, cuyo rasgo identificativo es el machismo, pues mientras sólo los hombres portan la bandera nacional –además del virus, claro–, son únicamente mujeres las que se arman con sartenes, cacerolas o cucharas. Qué lejos está este mensaje de otros posibles sobre el mismo tema, como pudiera haber sido, por ejemplo, la alusión a la demostración feminista del 8-M, el verdadero preludio de la epidemia. Para Ricardo está claro que son esos que suelen denominarse ‘fachas’, por quienes, paradójicamente, se consideran a sí mismos ‘progresistas’, los responsables de esta trágica situación que a muchos nos ha tocado vivir y a otros morir.
Los enemigos de la libertad están al acecho y aprovechan cualquier situación para, por medio del insulto y la tergiversación, atacar a los que la reclaman. Como en esta vida que llevo vivida, además de académico, he sido también agitador –en mi caso, de la causa de la libertad contra el terrorismo–, conozco bien esos procedimientos que se esgrimen desde el poder y sé que su amenaza palidece por comparación con la de la crimen mortal. Y si en otro tiempo nos levantamos contra este último, no retrocederemos ahora frente a quienes quieren hacer de la epidemia la excusa de su dictadura. Seguiremos así invocando los versos que, hace muchos años, cuando Francia estaba ocupada por los nazis, escribió Paul Eluard:
Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad.