Pedro García Cuartango-ABC
- La igualdad es importante, entre otras razones porque es la tierra en la que crece la semilla de la libertad
La defensa de la libertad se ha convertido en la gran ausente del discurso de la izquierda en nuestro país. El PSOE y Podemos hablan de igualdad, de derechos sociales, del medio ambiente y de causas identitarias vinculadas con las minorías. Pero nunca reivindican esa libertad sin la cual ninguna persona puede decidir sobre su propia vida.
No deja ser llamativo que la izquierda, que a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, levantó con orgullo la bandera de la libertad, ahora la haya arriado, como si le diera vergüenza usar la palabra. Por el contrario, la derecha la enarbola continuamente, como hace Díaz Ayuso.
No creo que la igualdad no sea importante, lo es. Entre otras razones, porque es la tierra en la que crece la semilla de la libertad. Pero el objetivo de cualquier política debe ser lograr que los ciudadanos puedan vivir en libertad, ejerciendo el derecho a pensar o expresarse como les plazca, sin temor a lo políticamente correcto y a los mecanismos de censura mental.
Hay un exceso de afán didáctico y normativo en el Gobierno de Sánchez que con alguna frecuencia parece tener la pretensión de decirnos cómo tenemos que comportarnos. A algunos ministros les encanta dar lecciones de moral, de historia, de higiene mental e incluso de hábitos alimentarios. Como si los ciudadanos fuéramos menores de edad.
Pero lo cierto es que el liberalismo nació a comienzos del siglo XIX como una filosofía de contrapeso al poder absoluto de las monarquías y de defensa de los derechos individuales. Incluso, Karl Marx llegó a escribir que el hombre sólo podría ser libre en una sociedad comunista. Siempre creyó que la libertad era una condición necesaria en un orden social donde la lucha de clases quedara abolida. Ciertamente, Lenin y Stalin ignoraron esta reivindicación y desataron una represión atroz tras la Revolución bolchevique.
La libertad debe ser lo más amplia posible, incluyendo la supresión de los delitos de opinión salvo en casos de incitación a la violencia. Y, por supuesto, en una democracia resulta esencial la libre expresión de las opiniones, aunque sean provocativas e irreverentes.
He escrito que en España la libertad no está amenazada, pero sí que hay un proceso de involución en el ejercicio de un paternalismo que pretende regular muchos de los aspectos de la vida privada desde la forma como tenemos que comer a la codificación de las relaciones amorosas.
Algunos de los peores tics autoritarios surgieron en la pandemia en la que el Gobierno llegó a cerrar el Parlamento, algo que no sucedió en Gran Bretaña cuando Hitler bombardeaba el país. Y Sánchez ha demostrado una peligrosa tendencia al despotismo ilustrado, como si sólo la izquierda fuera garante del Estado del bienestar. Ya lo decía Lincoln: quienes niegan la libertad a los otros, no la merecen para sí mismos. Sabias palabras.