ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 23/06/16
· El domingo decidimos si se derriba la obra de arquitectura política levantada en la Transición o se restaura a conciencia.
El domingo nos jugamos algo mucho más importante que el nombre del próximo presidente del Gobierno. Hablamos de España, de su integridad, su Constitución y los principios democráticos que la sustentan. Más allá del ruido coyuntural, en estas urnas decidimos si se derriba definitivamente la formidable obra de arquitectura política llevada a cabo por los protagonistas de la Transición o bien se restaura a conciencia. Esa es la apuesta.
Para defender nuestra Carta Magna, cimiento del sistema que es atacado en dos frentes por sendos batallones de asalto llamados nacionalismo y populismo, se creó la plataforma ciudadana que da título a esta columna: «Libres e Iguales». Dos palabras que resumen el sentido de la democracia, definen la esencia de su naturaleza y explican su razón de ser. Dos conceptos irrenunciables, hoy por hoy amenazados de muerte. Libres de expresar nuestras ideas sin restricciones, recibir información plural a través de medios de comunicación ajenos a cualquier control, votar a quien nos parezca y gozar de la protección de un Estado de Derecho fundado en el impero de la Ley.
Iguales en derechos y también en obligaciones. Por ejemplo, el de expresarnos, estudiar y trabajar en la lengua común de todos los españoles, sistemáticamente violentado en Cataluña. O el de tributar exclusivamente en función de la renta y no el territorio de residencia, igualmente conculcado con total impunidad. O el de acceder a una Justicia independiente, liquidada junto a Montesquieu en 1987 y nunca restablecida. O el que protege la propiedad privada.
De todo eso habló el martes en Madrid un grupo heterogéneo de ilustres «actores» dirigidos por Albert Boadella y Cayetana Álvarez de Toledo. Estudiantes junto a jubilados. «Viejas glorias» acompañadas de «jóvenes promesas» militantes en las filas de UCD, PSOE, PP, Ciudadanos y UPyD. Hombres y mujeres. Periodistas, políticos, escritores, músicos… Gente célebre o anónima unida por el deseo común de preservar un hábitat político fuera del cual todo es incierto o, peor aún, aterradoramente conocido. Gente de distinta ideología, generación, vocación o posición, capaz de gritar con una sola voz: «¡Viva la Constitución!».
Esto es, el marco legal que garantiza la indisoluble unidad de la Nación española, la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo político y, por supuesto, la auténtica clave de bóveda que sostiene el edificio: la soberanía nacional residenciada en el pueblo español (en el conjunto indivisible del pueblo español), del que emanan todos los poderes del Estado. Un compendio de normas susceptible de sufrir reformas modernizadoras, necesitado sin duda alguna de reformas modernizadoras, aunque intocable en lo fundamental si queremos mantenernos a salvo del separatismo en cuyo nombre los terroristas regaron el país de sangre inocente y del populismo liberticida que se inspira en la Venezuela chavista.
Anoté a vuela pluma estas verdades, adelantándome a la reflexión debida el 25-J:
«Detrás de la comprensión a ETA suele estar su justificación».
«La tribu y el populismo recurren a la emoción para blanquear ideas perversas». «Nada es irreversible». «Diálogo, pacto y acuerdo no son derrotas, sino la victoria de la mayoría. El triunfo de los intereses generales sobre los individuales o los de partido».
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 23/06/16