ABC-IGNACIO CAMACHO

Esa primacía interna que disputa la derecha no es más que el Ministerio de la Oposición, el liderazgo de la miseria

LA única oposición operativa en esta legislatura será la que puedan ejercer los partidos de la derecha desde las autonomías en las que consigan ganar uniendo a posteriori sus fuerzas. Que no van a ser muchas según las encuestas –ojo a Tezanos, que a veces, aunque sea calculando a ojo, acierta– porque dos elecciones tan seguidas no permiten un fácil cambio de tendencia; ése fue el éxito táctico de Sánchez cuando alteró el orden lógico y adelantó las generales por sorpresa. Este ciclo electoral puede dejar un mapa de poder pintado de rojo hasta en Madrid, Castilla y León o Valencia, los bastiones históricos en que incluso durante el zapaterismo logró el PP asentar puntales de resistencia. Si eso ocurre, el proyecto refundador de la izquierda consolidará una nueva Transición inversa, en la que el espíritu de la reconciliación quedará sustituido por la hegemonía de media España sobre la otra media. Por eso resulta un suicidio político la pugna fratricida entre Casado y Rivera, que se dedican a darse pellizquitos de monja mientras el adversario real los rodea de alambradas y trincheras. Enfrascados en una estúpida lucha por la primogenitura interna no reparan en que van a quedarse sin nada que liderar más que un irrelevante montón de miseria. Ni siquiera se han dado cuenta del ridículo que ambos han hecho al enterarse por la prensa, después de pasar varias horas en La Moncloa, de que el presidente le va a entregar el Senado a Iceta. He ahí una muestra de lo que les espera: una oposición impotente, malquistada, ninguneada de la peor manera, fácil de chulear por su falta de consistencia y sin el recurso de contrapesos territoriales que puedan proporcionarle un mínimo de fortaleza. Para aguantar así cuatro años necesitarán mucha paciencia.

Claro que aún hay margen para remediarlo. Pero no mucho, apenas quince días que de nada servirán si nadie enmienda los errores inmediatos de una campaña desastrosa que sólo podía desembocar en fracaso. Un fracaso compartido que afecta también a Vox y a Ciudadanos; el primero se ha estrellado contra su espejismo sobredimensionado y el segundo no ha ganado nada ni ha podido superar a un PP en pleno descalabro. Ninguno tiene nada de lo que presumir y sí mucho que rectificar antes de sufrir otro batacazo que ya ni siquiera tendría la coartada del voto fragmentado porque los ayuntamientos y las autonomías cuentan con mucha mayor proporcionalidad en el reparto de escaños. Todo sigue igual, sin embargo; una triple estrategia empantanada en los mutuos recelos y olvidada de motivar al electorado con la defensa de un modelo común de sociedad que está bajo amenaza de colapso. En estas condiciones, si el centro-derecha mantiene algún baluarte local o regional en pie podrá considerarse un milagro. Y en el tiempo que viene, con poca pinta de ser apacible ni grato, no va a bastar el consuelo de ningún magro liderazgo.