JUAN CARLOS VILORIA-El Correo

 

Con su rotundo triunfo, Isabel Díaz Ayuso se instala por derecho propio en la nomenclatura de los barones del PP acreditando que, en adelante, será una lideresa con un enorme peso en las decisiones de Pablo Casado. Ha nacido una estrella que dirían los cursis. Pero nadie puede negarle que en dos años y en plena pandemia ha conseguido doblar el número de diputados; ha resistido la traición de sus socios de Ciudadanos y ha plantado cara a una ofensiva dirigida por el presidente Sánchez capaz de desestabilizar al político más curtido. Sin necesidad de atacar a Vox ha conseguido frenar su ascenso y disponer de su apoyo sin hipotecar su política. Ha dado una lección de política a pie de calle haciendo gala de una gran intuición que le ha permitido captar el estado de ánimo de los madrileños. Con un discurso directo, sin complejos y una gestión de talante liberal, ha logrado en unas elecciones lo que Casado decía que precisaría siete años: reagrupar buena parte del voto de centro derecha que estaba disperso en tres fuerzas políticas competidoras.

El éxito de su política va a marcar el camino del resto de los barones del PP y ahora nadie puede descartar que Juanma Moreno Bonilla no se anime a adelantar las elecciones en Andalucía para aprovechar las horas bajas de la izquierda. Pero su éxito lo debería compartir con Pedro Sánchez e Iván Redondo, autores de una de las campañas electorales más suicidas de los últimos tiempos. El presidente del Gobierno cosecha precisamente lo sembrado.

También es cierto que él no deseaba elecciones y por eso preparaba una moción de censura y cuando Ayuso disolvió la Asamblea pugnó en los tribunales para impedir los comicios. Apostó por un candidato como Gabilondo a quien insufló una esquizofrenia política que dinamitó lo mejor de su perfil humanista y dialogante. Sánchez habita en la Moncloa como si la Moncloa no estuviera en Madrid, acusando a sus vecinos de vivir en un paraíso fiscal, de extrema derecha.

Ni una visita a Ifema, ni un gesto con el hospital Zendal. Y no solamente ha sufrido en las espaldas de Gabilondo una humillante derrota, sino que, con su seguidismo de la estrategia de garrote de Pablo Iglesias, ha dejado el terreno como un solar después de la batalla. Identificando crítica con odio, y hablando de la democracia en peligro, las emociones tardarán tiempo en sosegarse. Lo de Ciudadanos fue bonito mientras duró. Mientras fueron una promesa de frescura y libertad. Cuando entraron en los sótanos de la política y quisieron, primero ser el PP y luego aliados de Sánchez, se derrumbaron como un castillo de naipes. Y ojo a Errejón, cuyo partido le echa el aliento al PSOE y es otro candidato a robarle parte del pastel.