Cuando ese magma atrabiliario y gritón denominado PSOE habla de líneas rojas sabemos qué quieren decir: nada. El relativismo populista es la única regla por la que se mueven. Hace nada, Bolaños hablaba de la ley de amnistía, la infamia más grande jamás perpetrada en nuestra democracia, diciendo con cara de repelente niño Vicente que el terrorismo era una línea roja que no iban a cruzar. Pues nada, se ha hecho lo mismo con esta que con todas las otras. Os habéis pasado vuestra línea roja por donde amargan los pepinos y ahí tenemos una ley que no tan solo dice que Puigdemont y el golpismo catalán tenían razón cuando dieron el golpe – que eso y no otra cosa es una amnistía, quitar razones a la justicia o al estado y dárselas a quien comete un delito – sino que al ser una ley ad hoc permitirá volver a Puigdemont a territorio nacional en olor de santidad, campar a sus anchas a los CDR que protagonizaron los terribles sucesos de la plaza de Urquinaona que costaron la integridad física a miembros de la policía, a los que coordinaron el asalto tumultuario al aeropuerto, a los que hablaban con los servicios secretos rusos, a los que, su pretexto de fabricar petardos para la fiesta mayor de su pueblo, tenían explosivos en sus casas, a los chulitos de asociación de padres con el catalán, a los acosadores de constitucionalistas como los jóvenes de S’ha Acabat, Inés Arrimadas o Cayetana Álvarez de Toledo, a los salvajes destroza carpas de VOX, PP o Ciudadanos, a los que viven agarrados de la teta separatista pagada por todos e incluso, mira tú, a Artur Mas al que vamos a perdonarle cinco millones o a Jordi Pujol y Soley. Para que defeque la minina pequinesa o, lo que es lo mismo, se cague la gata china. De lo que podría desprenderse respecto a los criminales etarras no hablo por la repugnancia que me produce, máxime estos días en el que conmemoramos el vil asesinato de Gregorio Ordóñez.
Nada es imposible para esta gente, ningún escrúpulo los detiene y carecen de moral que pudiera hacerles frenar en su loca avidez por cambiar nuestro régimen constitucional por una república federal, confederación camboyana o lo que sea
La cosa no terminará aquí. Sánchez y su banda son capaces de lo que sea y la amnistía es solo el primer plazo, el que corresponde a que le votasen como presidente. Ahora llegarán los presupuestos y ahí Junts, Esquerra o quien sea apretará el acelerador con el referéndum, la siguiente línea roja que acabará, como las anteriores, desteñida. Nada es imposible para esta gente, ningún escrúpulo los detiene y carecen de moral que pudiera hacerles frenar en su loca avidez por cambiar nuestro régimen constitucional por una república federal, confederación camboyana o lo que sea. Tienen claro a lo que van, a una dictadura con un cierto barniz democrático.
A quienes piensen que exagero les propongo un ejercicio de memoria histórica: en 1936, el PSOE se presentaba a unas elecciones generales dentro del Frente Popular en una república a la que había intentado cargarse hacía dos años con un golpe de estado. ¿Cuál era su eslogan de campaña? Amnistía. Amnistía para los implicados en aquella intentona sangrienta, amnistía para los criminales de La Motorizada, para los golpistas de Esquerra Republicana, para todos los que intentaron desde el minuto uno cargarse aquella república. Antes de que se hicieran públicos los resultados de lo comicios, tomaron posesión de un gobierno que no se sabía si iba o no a ser el ganador. Algo hemos avanzado: entonces la CEDA votó a favor de dicha amnistía “para evitar desórdenes públicos” junto con los frentepopulistas en la Diputación Permanente del Congreso. Ahora, PP y VOX se han opuesto gallardamente ante tamaño obús dirigido al flanco de la democracia. Y Sánchez cada día con más poder. Aunque, recordando a Séneca en su Apocolocynthosis, Gallus in Suo Sterquilino Plurimum Potest, el gallo es muy poderoso en su estercolero. Bastaría con limpiarlo. Ahí lo dejo.