Ignacio Camacho-ABC
- Los socios de Sánchez le reclaman una cuota del alquiler del Gobierno: el acercamiento rápido de más presos
Doscientas manifestaciones hay convocadas hoy en el País Vasco y en Navarra para reclamar el acercamiento de presos de ETA, protesta que no se acaba de entender habida cuenta de que esa aproximación ya la está llevando a cabo el Gobierno. Lo que por desgracia sí se entiende bien es que los tres aliados esenciales de Sánchez, Podemos, ERC y Bildu, son parte entusiasta -junto a Ibarretxe, Torra y Puigdemont- de los convocantes del evento. Como siempre, lo mejorcito de cada casa, el núcleo de la «alianza de progreso»: dirigentes fugados o condenados y organizaciones con cuyas cúpulas rectoras se podría formar una cuerda de reos. Los tipos a los que el presidente ha convertido en sus socios predilectos. La clase de gente en cuya compañía un partido sistémico, como el que el PSOE fue en tiempos, podría sentirse cualquier cosa menos satisfecho.
Para ir allanando el terreno a la cita del fin de semana, la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurúa, visitó en vísperas de Reyes a una docena larga de reclusos etarras entre los que se encontraban los más reputados pistoleros de la banda. Desde los asesinos de un mozo de escuadra y de un oficial de la Ertzaintza hasta el carnicero Henri Parot, verdugo de carrera aquilatada con más de ochenta cadáveres sobre su innoble espalda. Con media España confinada, el Ministerio del Interior otorgó el preceptivo permiso a la gira «humanitaria». Aizpurúa, cofundadora de Egin y antigua editora de «Gara», pasquines impresos especializados en la fabricación de dianas, protagonizó justo hace un año -en la investidura triunfal de Sánchez- una ignominiosa intervención parlamentaria en la que escupió infamias contra la Constitución, el Rey y las víctimas sin que el jefe del Ejecutivo le afease una sola palabra. Lógico: su abstención, condición sine qua non para salir elegido, estaba ya concertada y no era cuestión de cabrearla. Las condiciones nunca admitidas de aquel acuerdo van aflorando cláusula a cláusula.
Y se cumplen. No en vano Pablo Iglesias, tras el pacto presupuestario, saludó a los sediciosos catalanes y a los testaferros del terrorismo como nuevos soportes de la dirección (sic) del Estado. Pero aunque sea a posteriori conviene siquiera por estética blanquearles un pasado tan poco grato. A los separatistas insurrectos basta con indultarlos; en cambio borrar los delitos de sangre cuesta más trabajo y sus autores tendrán que conformarse con ciertos alivios penitenciarios a la espera de que las prisiones queden bajo control del Gobierno vasco y puedan empezar a progresar de grado. Por lo que se ve, consideran que el proceso va despacio y están apretando al Gabinete para que acelere el paso. Lo hará: cuando se cede a un chantaje hay que pagar tarde o temprano. Y al fin y al cabo, la humillación de las víctimas debe parecer a Su Persona un precio barato por una legislatura de cuatro años.