Llanto por una época

IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/04/17

· La Operación Lezo le ha puesto letra a una música de sospecha que desde hace tiempo sonaba en la política madrileña.

Amparado como cualquier ciudadano por la presunción de inocencia, a Ignacio González le ha caído sin embargo encima una generalizada atribución de verosimilitud como objeto de sospecha. Esto sucede porque las investigaciones de la Operación Lezo vienen a ponerle letra a una música que desde hace tiempo sonaba con fuerza en la política madrileña. Sonaba tan fuerte que había llegado a oídos de Rajoy, quien primero lo descartó como aspirante al sillón de Cajamadrid –aunque el elegido en su lugar tampoco resultase una opción clarividente– y luego como candidato a la presidencia. Esperanza Aguirre también había escuchado en su momento la melodía, adobada en su caso con notas del muy musical apellido Granados, pero mostró ante ella una incomprensible sordera. El acierto a la hora de elegir y sostener a sus colaboradores no fue de largo la mejor virtud de la antigua lideresa.

Sea cual fuere su responsabilidad en los hechos que se le atribuyen, González era un político que sabía mandar y le gustaba hacerlo. Acaparó todo el poder que Aguirre le concedió, que era mucho, y lo amplió con sus propios métodos. Ambos convirtieron la Comunidad de Madrid y el aparato regional del partido en un contrapoder del marianismo. Mientras Rajoy estuvo en la oposición dejó hacer por no buscarse líos, y una vez en la Moncloa comenzó a apretar la tuerca con esa mezcla tan suya de displicencia e instinto asesino. El desplome judicial del

aguirrato le afecta de manera inevitable porque compromete la estabilidad de la legislatura pero no moverá un dedo por quienes jamás le demostraron lealtad ni compromiso. De momento bastante tiene con evitar que el caso Gürtel le afecte en algo más que en condición de testigo.

Con todo, es el PP entero, y con él el Gobierno de la nación, el que se ve desestabilizado y anegado por esta nueva tormenta ante cuya cerrada descarga no puede establecer compartimentos estancos. La corrupción es su pecado original y no hay bautismo que lo libere de esa mancha moral ante las togas de los magistrados. El presidente ha ido rejuveneciendo muy lentamente la cúpula del partido para alejarla de las sombras del pasado pero la renovación se ha detenido en su propio liderazgo. Aunque él puede presumir de intachabilidad personal, casi todo lo que investigan los jueces ocurrió bajo su mando. Esa conexión tritura buena parte de su credibilidad ante las nuevas generaciones, insensibles a los matices de las cuotas de poder o la autonomía de los virreinatos.

En ese sentido las lágrimas de Aguirre parecen una metáfora epocal, el llanto por las culpas de una etapa de desafuero consentido, sobrellevado, transigido o contemporizado. Un ciclo de poder con sentimiento de impunidad durante el que la brillante espuma de los días parecía renovarse sin final cercano. El tiempo de política risueña que ahora ha quedado abierto “en canal” y con el desagüe averiado. 

IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/04/17