Llarena, un juez

Rosa Villacastín, esa fenómena, mostraba ayer una duda en Twitter sobre el debate: “¿Es
cosa mía, o Sanchez Castejón está destrozando a Santi Abascal en un tono sosegado,
irónico?”
Diego de Schauwere, que ya está hecho un clásico, respondió: “Ni siquiera lo vi y sé que es
cosa tuya”.
Xavier Pericay nos dio la primera buena noticia de la mañana: “El Abogado General de la
Unión Europea da la razón al juez Llarena y dictamina que la Justicia belga no debió
negarse a extraditar a Puigdemont”. Aunque de momento no tiene carácter vinculante,
marca un camino al establecer que un tribunal de un país miembro no puede denegar una
euroorden por el riesgo de vulneración de derechos, salvo que se demuestre la existencia
de deficiencias generalizadas en la Justicia del País emisor. Otrosí dice que un país de la UE
no permite controlar si una autoridad judicial que reclama una extradición es competente.
El Tribunal habrá de confirmarlo los próximos meses y en tal caso se abriría la puerta a
que el TS pidiera la extradición de Puigdemont, el chico de Alfonso Carlos Comín, pobre y
Clara Ponsatí. Es evidente que las deficiencias en España las padece el poder Ejecutivo, no
el judicial.
Patxi López tuvo ayer uno de sus grandes momentos al comparecer ante los medios para
interpelar al PP: “¿Cuándo va a entender el PP que no todo vale en política, que hay
determinadas líneas que no se pueden cruzar para atacar al adversario?¿Qué tiene que ver
la Ley de Memoria con el terrorismo de ETA? Esta última sí me la sé: que la han elaborado
ellos. También me sé otra: que Patxi López era entrevistado en 2005 por el diario Gara que
había sido dirigido por Mertxe Aizpurua durante los cinco años anteriores. En dicha
entrevista arremetió contra el Foro Ermua del que uno formaba parte a mucha honra, por
manifestarse “por la unidad de España con la derecha más reaccionaria”. Pidió una política
penitenciaria más humana y dijo que los socialistas no iban a ser un muro de contención
para que los vascos decidieran libremente su futuro. Fue preguntado por la posibilidad de
alianza con Batasuna-ETA y él dijo que la “democracia es libertad de pacto, que cada cual
lo interprete como quiera”.
Yo comprendo a Patxi López. Yo comparto con él un propósito y una reserva. Ni él ni yo
vamos a perdonar nunca al PP por haberle dado los dos cargos más relevantes que ha
tenido en su vida política: el de lehendakari en mayo de 2009 y el de presidente del
Congreso de los Diputados en enero de 2016.

Tuvo otro momento ayer en el Congreso. Había hablado Guillermo Díaz, un excelente
diputado de Ciudadanos con una intervención memorable contra la Ley de Memoria
Democrática, que no se fija tanto en las víctimas como en sus asesinos: Si estos son
franquistas, vale la memoria. Si son izquierdas se deja pasar. Las víctimas no son en
función de los hechos del pasado sino de su utilidad en el presente. No es lo mismo el niño
Paco, muerto en el bombardeo de Guernica que el niño Fabio Moreno, reventado en
Erandio por la bomba lapa que pusieron a su padre. Recordó a Felipe González, cuya
presidencia fue tachada de franquista por los autores batasunos de la Ley de Memoria, la
Ley Bildu: “El peor PSOE apuñalando al mejor PSOE”, dijo el diputado naranja, a quien le
esperaba una última intervención de Patxi López, que desde su escaño le gritó: “¡Eres un
puto sinvergüenza!”
Ayer, los diputados de ERC, Bildu y Podemos abandonaron sus escaños en protesta por la
afirmación hecha por el gran diputado de Vox, Francisco Contreras, sobre Salvador Puig
Antich ejecutado el 2 de marzo de 1974, no por ser anarquista, como parecían creer los
diputados salientes, sino por haber dado muerte al policía Francisco Anguas Barragán en
un portal de Barcelona. Hay que leer los artículos que escribió en El País Marcos Ordóñez,
crítico teatral que conoció y trató a Paquito Anguas en una amistad propiciada por la
afición común al cine. Anguas era un policía a quien encantaba el cine de Truffaut, Jean
Pierre Melville y Buñuel. Es a esto a lo que llaman memoria.