Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli
Hay analistas rebosantes de optimismo que vaticinan que caerá antes de Pascua
El horizonte del Gobierno se va ensombreciendo rápidamente y los varios frentes que tiene abiertos, lejos de calmarse, se le van poniendo cada vez más cuesta arriba. En estos días abundan las conversaciones en las que se cruzan pronósticos e incluso apuestas sobre cuánto tiempo le queda a Pedro Sánchez antes de verse obligado a tirar la toalla y convocar elecciones. Hay analistas rebosantes de optimismo que vaticinan que caerá antes de Pascua, otros, entre los que me cuento, que amplían su margen hasta el verano y los muy pesimistas que creen que agotará la legislatura sean cuales sean las circunstancias de esta azarosa etapa.
El renovador de colchones de La Moncloa se enfrenta a tres problemas realmente serios: los mejunjes pseudo empresariales de su amada cónyuge, las piruetas nepotistas y tributarias de su hermano, la ira tronante de Puigdemont, el oprobio de su servil Fiscal General y las sucesivas revelaciones de Víctor de Aldama en las que bailan una macabra danza Koldo García, José Luis Ábalos, Jésica Rodríguez, Delcy Rodríguez, Carmen Pano, Claudio Rivas y la financiación venezolana de la Internacional Socialista para promocionar la candidatura del Uno a su presidencia.
De este florilegio de varia corrupción el caso más preocupante de cara a la estabilidad y continuidad del Gobierno es sin duda el fraude del IVA en el negocio de importación y distribución de hidrocarburos porque implica la participación en el enjuague de por lo menos dos ministerios, el de Industria y el de Transición Ecológica, además de la necesaria bendición del líder carismático y resiliente. La entonces ministra y hoy concejal de Madrid Reyes Maroto afirmó enérgicamente que no conocía a Víctor de Aldama hasta que aparecieron mensajes suyos dirigidos al conseguidor que arrancaban con un “Querido Víctor”. Sorprendentemente, esta impúdica mentirosa ni ha dimitido ni ha sido repudiada por su partido, una muestra más del penoso nivel de degradación que el sanchismo ha traído a la vida pública española. La cantidad de dinero en juego se ha estimado inicialmente en ciento ochenta y dos millones de euros, pero empiezan a circular versiones del pufo que elevan la suma a cuatrocientos o incluso más.
Le prometió la presidencia de la Generalitat y al final se la ha adjudicado a Salvador Illa, le aseguró que volvería a Cataluña amnistiado en triunfal loor de multitud y permanece en Waterloo viendo pasar día tras día lluvioso sin contemplar el sol y lejos de las maniobras que se cuecen en Barcelona y en Madrid
Por qué punto se romperá la frágil cuerda sobre la que se balancea el funambulista monclovita no está todavía claro, como tampoco se entiende que semejante sujeto obtenga aún en las encuestas de intención de voto porcentajes del 28%, lo que se traduciría en más de un centenar de escaños y le permite seguir soñando con reproducir la mayoría Frankenstein. Su última martingala, la de atribuir a la oposición que las pensiones no se puedan revalorizar ni los bonos transporte prorrogar, cuando ha sido él y sólo él el culpable del fracaso del decreto ómnibus que contenía dichas medidas al empaquetarlas junto a otras infumables a ver si colaba el chantaje, revela un grado de cinismo sin parangón en el orbe entero.
Aunque los defensores de la tesis de que agotará su mandato hasta 2027 argumentan que Puigdemont nunca le dejará caer porque la alternativa de un Gobierno de centro-derecha le pondría en una situación peor, no se puede ignorar que el prófugo golpista se siente engañado y estafado por Sánchez hasta límites inauditos. Le prometió la presidencia de la Generalitat y al final se la ha adjudicado a Salvador Illa, le aseguró que volvería a Cataluña amnistiado en triunfal loor de multitud y permanece en Waterloo viendo pasar día tras día lluvioso sin contemplar el sol y lejos de las maniobras que se cuecen en Barcelona y en Madrid sobre las que su influencia es dolorosamente escasa y para colmo se niega a rendirle pleitesía en Bélgica, a transferir el control de las fronteras y de la inmigración y a someterse a la cuestión de confianza. El pastelero loco de Amer, como le llama con gracia descriptiva Santiago González, es una olla a presión de rabia y frustración y su atormentador lleva toreándole desde que le convenció para que apoyase su investidura en julio de 2023 hasta llevarle al borde de la desesperación. Si alcanza la convicción de que Sánchez tiene la intención de continuar tomándole el pelo durante los próximos dos años y medio, no es descartable que pegue una patada en la mesa de juego y haga saltar todas las fichas por el aire.
El papel de líder europeo
El laboratorio de ideas del complejo presidencial, en el que trabajan afanosos centenares de asesores que pagamos los contribuyentes, ha ideado un nuevo papel para su personaje de ficción con el fin de alejarle de sus cuitas y de movilizar a su fiel e hipnotizado electorado: el de líder europeo -y casi mundial- de la cruzada progresista contra el embate de la ultraderecha encarnada en Trump, Milei, Bukele, Orban, Meloni y Weidel. Sin embargo, esta elevación de Pedro Sánchez a las alturas de redentor global de la humanidad amenazada por el fascismo que, según su delirante visión, se ha apoderado de la Casa Blanca y de las empresas tecnológicas multimillonarias, encierra un riesgo no menor: cuanto de más arriba se cae, más tremendo es el batacazo.
El horizonte del Gobierno se va ensombreciendo rápidamente y los varios frentes que tiene abiertos, lejos de calmarse, se le van poniendo cada vez más cuesta arriba. En estos días abundan las conversaciones en las que se cruzan pronósticos e incluso apuestas sobre cuánto tiempo le queda a Pedro Sánchez antes de verse obligado a tirar la toalla y convocar elecciones. Hay analistas rebosantes de optimismo que vaticinan que caerá antes de Pascua, otros, entre los que me cuento, que amplían su margen hasta el verano y los muy pesimistas que creen que agotará la legislatura sean cuales sean las circunstancias de esta azarosa etapa.
El renovador de colchones de La Moncloa se enfrenta a tres problemas realmente serios: los mejunjes pseudo empresariales de su amada cónyuge, las piruetas nepotistas y tributarias de su hermano, la ira tronante de Puigdemont, el oprobio de su servil Fiscal General y las sucesivas revelaciones de Víctor de Aldama en las que bailan una macabra danza Koldo García, José Luis Ábalos, Jésica Rodríguez, Delcy Rodríguez, Carmen Pano, Claudio Rivas y la financiación venezolana de la Internacional Socialista para promocionar la candidatura del Uno a su presidencia.
De este florilegio de varia corrupción el caso más preocupante de cara a la estabilidad y continuidad del Gobierno es sin duda el fraude del IVA en el negocio de importación y distribución de hidrocarburos porque implica la participación en el enjuague de por lo menos dos ministerios, el de Industria y el de Transición Ecológica, además de la necesaria bendición del líder carismático y resiliente. La entonces ministra y hoy concejal de Madrid Reyes Maroto afirmó enérgicamente que no conocía a Víctor de Aldama hasta que aparecieron mensajes suyos dirigidos al conseguidor que arrancaban con un “Querido Víctor”. Sorprendentemente, esta impúdica mentirosa ni ha dimitido ni ha sido repudiada por su partido, una muestra más del penoso nivel de degradación que el sanchismo ha traído a la vida pública española. La cantidad de dinero en juego se ha estimado inicialmente en ciento ochenta y dos millones de euros, pero empiezan a circular versiones del pufo que elevan la suma a cuatrocientos o incluso más.
Le prometió la presidencia de la Generalitat y al final se la ha adjudicado a Salvador Illa, le aseguró que volvería a Cataluña amnistiado en triunfal loor de multitud y permanece en Waterloo viendo pasar día tras día lluvioso sin contemplar el sol y lejos de las maniobras que se cuecen en Barcelona y en Madrid
Por qué punto se romperá la frágil cuerda sobre la que se balancea el funambulista monclovita no está todavía claro, como tampoco se entiende que semejante sujeto obtenga aún en las encuestas de intención de voto porcentajes del 28%, lo que se traduciría en más de un centenar de escaños y le permite seguir soñando con reproducir la mayoría Frankenstein. Su última martingala, la de atribuir a la oposición que las pensiones no se puedan revalorizar ni los bonos transporte prorrogar, cuando ha sido él y sólo él el culpable del fracaso del decreto ómnibus que contenía dichas medidas al empaquetarlas junto a otras infumables a ver si colaba el chantaje, revela un grado de cinismo sin parangón en el orbe entero.
Aunque los defensores de la tesis de que agotará su mandato hasta 2027 argumentan que Puigdemont nunca le dejará caer porque la alternativa de un Gobierno de centro-derecha le pondría en una situación peor, no se puede ignorar que el prófugo golpista se siente engañado y estafado por Sánchez hasta límites inauditos. Le prometió la presidencia de la Generalitat y al final se la ha adjudicado a Salvador Illa, le aseguró que volvería a Cataluña amnistiado en triunfal loor de multitud y permanece en Waterloo viendo pasar día tras día lluvioso sin contemplar el sol y lejos de las maniobras que se cuecen en Barcelona y en Madrid sobre las que su influencia es dolorosamente escasa y para colmo se niega a rendirle pleitesía en Bélgica, a transferir el control de las fronteras y de la inmigración y a someterse a la cuestión de confianza. El pastelero loco de Amer, como le llama con gracia descriptiva Santiago González, es una olla a presión de rabia y frustración y su atormentador lleva toreándole desde que le convenció para que apoyase su investidura en julio de 2023 hasta llevarle al borde de la desesperación. Si alcanza la convicción de que Sánchez tiene la intención de continuar tomándole el pelo durante los próximos dos años y medio, no es descartable que pegue una patada en la mesa de juego y haga saltar todas las fichas por el aire.
El papel de líder europeo
El laboratorio de ideas del complejo presidencial, en el que trabajan afanosos centenares de asesores que pagamos los contribuyentes, ha ideado un nuevo papel para su personaje de ficción con el fin de alejarle de sus cuitas y de movilizar a su fiel e hipnotizado electorado: el de líder europeo -y casi mundial- de la cruzada progresista contra el embate de la ultraderecha encarnada en Trump, Milei, Bukele, Orban, Meloni y Weidel. Sin embargo, esta elevación de Pedro Sánchez a las alturas de redentor global de la humanidad amenazada por el fascismo que, según su delirante visión, se ha apoderado de la Casa Blanca y de las empresas tecnológicas multimillonarias, encierra un riesgo no menor: cuanto de más arriba se cae, más tremendo es el batacazo.