Jesús Cacho-Vozpópuli

«España está en pleno proceso de desmantelamiento y la cosa no tiene remedio», escribía este viernes el cubano Juan Abreu en sus emanaciones.com. «El problema no es el enemigo, los malos, como suele suceder, sino los buenos. Son demasiado torpes, demasiado lentos, demasiado ciudadanos, demasiado culogordos y demasiado cobardes para triunfar sobre fuerzas decididas, ideológicamente muy motivadas, y carentes de escrúpulos, como suelen ser las de izquierdas. El plan está bien trazado y obedece a la ambición de Sánchez (…) España es el lugar ideal para poner en práctica su plan de toma del poder sin violencia (armada; la violencia callejera e institucional es parte fundamental del plan), y establecimiento de una república populista de izquierdas. En primer lugar, por las taras tribales españolas: en España todos son algo antes que españoles…» Semana trágica, que recuerda como dos gotas de agua lo ocurrido en el Parlamento de Cataluña los días 6 y 7 de septiembre de 2017, cuando el separatismo decidió privar por las bravas a la mayoría de los ciudadanos catalanes de sus derechos constitucionales para abrir paso a un referéndum ilegal y a la independencia. En aquellos días, el PSC planteó un recurso de amparo al Constitucional, que es justo lo que el PP trató de hacer el jueves para frenar la aprobación en el Congreso de las nuevas «leyes de desconexión» con las que esta versión del «procès» que ahora encabeza el PSOE de Pedro Sánchez pretende hurtar los derechos constitucionales de los españoles en favor de comunistas y separatistas de toda laya y condición.  

Habrá que esperar a mañana lunes, pero conviene aclarar que el TC deberá pronunciarse no sobre lo que se votó el viernes, sino sobre cómo se votó. Es decir, sobre si modificar el Código Penal y dos leyes orgánicas por vía de urgencia, sin informes y sin debate previos, es legal y no vulnera ningún derecho. No se entienden los nervios del Ejecutivo presionando a los jueces y marcándoles el camino porque, si todo lo han hecho bien, no tendrían nada que temer. Menos aún tratar a la oposición de «golpista» por recurrir en amparo al Constitucional como el propio PSOE ha hecho en otras ocasiones, de acuerdo con lo establecido en el Art. 42 de la LOTC. Pero, ya lo han visto. Ahora resulta que los golpistas son quienes tratan de oponerse al golpe con el que el bloque de la moción de censura, Sánchez y su banda, tratan de desmontar el régimen del 78 para llevarnos a esa República Confederal Ibérica. El mundo al revés. Alguien lo ha dicho en Twitter con ironía: «Para la izquierda, todo es un golpe menos el golpe que ahora resulta que son disturbios». La perversión del lenguaje o la estrategia de embarrar el campo para que nadie sepa en qué lugar del firmamento se encuentra la estrella polar. Es la incapacidad de la sociedad actual, ahogada por la creciente pérdida de libertades, para discernir lo que es verdadero o falso, porque es el todopoderoso «Ministerio de la Verdad» (Carlos Augusto Casas, Ediciones B) quien se encarga de seleccionar la información que llega, manipulada, a los ciudadanos sometidos a esta reedición del orwelliano «1984».

Rodearse de talento parece tarea obligada para el futuro presidente del Gobierno de España, dotarse de un equipo que a estas alturas debería estar trabajando a fondo en la preparación de una alternativa de Gobierno, un nuevo proyecto de futuro para una España liberal. Todo lo demás es despilfarro inicuo

Los planes de Sánchez se van cumpliendo al milímetro. Con pocas sorpresas. Nada que no supiéramos desde el principio, o más bien desde la noche del 10 de noviembre de 2019, las generales con las que confiaba reforzar su poder para gobernar en solitario sin la amenaza del monstruo que le impedía dormir tranquilo. Aquella noche, cuando comprobó que había perdido más de 800.000 votos, llamó presa del pánico al loro de Podemos dispuesto a abrazarse al palo mayor de la izquierda reaccionaria para el resto de su carrera. Una izquierda reforzada por separatistas, bildutarras y esos «bandidos varios que desde hace 60 años gobiernan Cuba», según Abreu, y que han hecho del psicópata el perfecto rehén, un auténtico prisionero obligado a pagar el apoyo de sus socios con el desguace de España a plazos. La estrategia la viene diseñando, como ayer revelaba aquí Alberto Pérez Giménez, José Antonio Martín Pallín, una especie de Vyshinski de Sánchez, un ex magistrado del Supremo de ideología comunista que viene marcando la hoja de ruta del Ejecutivo en lo que atañe al control del poder judicial y del TC. Martín Pillín, como se le conocía entre sus compañeros del TS, es un adelantado del indulto a los condenados del prusés, la eliminación de la secesión, la rebaja de la malversación y el referéndum pactado para Cataluña. Desde hace meses apunta directamente contra S. M. el Rey. Lo hacía este viernes en Lo País, el órgano de propaganda del Gobierno social comunista. Felipe VI es la próxima pieza de caza del bloque Sáncheztein. Y la última, antes del derrumbe definitivo del régimen del 78. Un rey enfrentado otra vez a la prueba suprema de un nuevo 3 de octubre de 2017 («Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática»). Una bala de plata, quizá la última, en la cartuchera del monarca, para ser usada en el momento procesal oportuno.

La situación admite ya poca discusión. Durante la jornada del jueves se oyeron en el Congreso español planteamientos propios de líderes chavistas en las antípodas de una democracia liberal («Ninguna toga tiene la capacidad para limitar que el pueblo pueda autogobernarse. Que tomen nota porque, en nombre del rey, no se puede limitar la democracia», Rafael Mayoral, Podemos). La apelación a la defensa de la libertad, a menudo descartada por los beatos del «eso en España no puede pasar» como una exageración sin fundamento, se ha convertido ya en una realidad insoslayable. Todas las miradas se dirigen hacia la oposición, y en particular hacia un Núñez Feijóo convertido en la alternativa al actual inquilino de Moncloa. Tenía razón el viernes César Antonio Molina en El Mundo: «En la tierra baldía cultivada por este Gobierno, ya no hay más que dos opciones. Solo dos y ni una más. O Sánchez cabalgando hacia el abismo, o la moderación, el temple y el orden de Feijóo». Sé que son legión los ciudadanos que piden respuestas contundentes a las provocaciones de sanchismo, gente exasperada por la «moderación» de un PP contaminado hasta el tuétano de marianismo, esa enfermedad que impele a procrastinar decisiones obligadas cuando el vendaval amenaza con llevárselo todo por delante. Pero no hay más: Feijóo y la necesidad de llegar a un acuerdo con Santiago Abascal, porque sin esa entente no habrá posibilidad de gobernar, más la obligación moral de incorporar a la tarea de restaurar el orden constitucional a los restos de Ciudadanos y a la tropa en desbandada de esa izquierda moderada que huye del PSOE de Sánchez. Mayoría sobrada para llegar a la Moncloa.

«Yo no valgo para estar dando gritos todos los días desde la oposición», suele recordar Feijóo a quienes le urgen a comportarse como Santiago matamoros. La oposición, además de ingrata, ofrece escasas posibilidades de frenar las iniciativas de un Ejecutivo empeñado de pasar cual caballo de Atila sobre las instituciones. Pero sí obliga a preparar a conciencia una alternativa. En primer lugar, manteniendo tensionado y en forma a un partido dispuesto a reñir la batalla electoral y, en segundo, rodeándose de un equipo potente, en el que prime el talento sobre la fidelidad, capaz de hacerse cargo del aparato del Estado llegado el momento. El equipo, el talón de Aquiles del gallego según criterio extendido. El mismo problema que padeció Pablo Casado. A pesar de su encomiable comportamiento del viernes en el Congreso, Cuca Gamarra sigue sin ser tomada en serio por buena parte del votante «pepero». A la misma hora que el socialista Felipe Sicilia comparaba a la derecha con Tejero, el novelista González Pons, bloqueado en Estrasburgo, suspendía la presentación en Valencia de su última novela «El escaño de Satanás». Entrevistado a primera hora del viernes en la emisora valenciana de la SER, se manifestaba de esta guisa: «He hecho política ficción contando dónde conspiran los políticos, dónde comen y con quienes se enrollan, en un marco de novela de terror». Es vicesecretario general del PP y diputado en el Parlamento Europeo. Y es mano derecha de Feijóo. Es lo que hay. El mismo jueves tarde, mientras en el Congreso se apedreaba a la España de ciudadanos libres e iguales, mi Mariano trasegaba Macallan 12 años en el Mildorf en Juan Bravo, como suele hacer todas las tardes tras abandonar el despacho en pleno Barrio de Salamanca.

El sátrapa ha entrado en pánico. De modo que claro que España tiene remedio, a condición, naturalmente, de que los españoles de bien se movilicen. Y son mayoría

Con estos bueyes hay que arar. Rodearse de talento parece tarea obligada para el futuro presidente del Gobierno de España, dotarse de un equipo que a estas alturas debería estar trabajando a fondo en la preparación de una alternativa de Gobierno, un nuevo proyecto de futuro para una España liberal, empezando por esa decena de decretos leyes que al día siguiente de las generales el jefe debería tener sobre su mesa de trabajo listos para su publicación en el BOE. Todo lo demás es despilfarro inicuo. Construir una alternativa y tejer un entramado de apoyos en la sociedad civil, si es que tal cosa existe. Llamar a los capos de las televisiones privadas y anunciarles que RTVE volverá a emitir publicidad comercial. Convocar en su despacho a Ana Botín y a Álvarez-Pallete y preguntarles si les preocupa en algo el futuro de sus empresas. Tomar un café con Oughourlian y darle el pésame, decirle que va a perder en Prisa hasta la camisa, porque nadie le va a sacar las castañas del fuego dentro de unos meses, que en el nuevo Ejecutivo no habrá Sorayas dispuestas a echarle una mano. Enseñar colmillo.

Elevar el nivel político e intelectual del discurso. Y trabajar, trabajar a fondo, porque mayo está a la vuelta de la esquina y tal vez al día siguiente sea preciso presentar de una vez esa moción de censura tantas veces sopesada como aplazada, cuando sea evidente que a Sánchez, como al jefe mafioso rodeado por agentes del FBI, solo le apoya la banda a la que ha hecho rica a costa de esquilmar a los españoles. No hay más que Feijóo y su obligada alianza con Abascal. Y Feijóo, por suerte, no es Mariano. Escribía Abreu este viernes en su blog: «No tiene remedio [lo de España, se entiende]. Desde la Ley y el Orden y desde la Civilización no es posible ganar a las hordas bárbaras, que es lo que encarnan las izquierdas, los nacionalracistas catalanes y vascos y la invasión castro chavista del populismo analfabeto. No tiene remedio, repito, porque la única forma de parar el horror que se avecina es el uso de la fuerza del llamado Estado de Derecho. Y, seamos honestos, nadie la usará. Falta cerebro, falta arrojo, y faltan huevos (lugar común)». Discrepo. La encuesta publicada el lunes en este medio arrojaba una mayoría PP+Vox de 184 escaños. La de Metroscopia (que últimamente trabaja más para el PSOE que para el PP) del viernes elevaba la suma hasta los 191. Probablemente es lo que explica la mayoría de las cosas que están ocurriendo. El sátrapa ha entrado en pánico. De modo que claro que tiene remedio, a condición, naturalmente, de que los españoles de bien se movilicen. Y son mayoría.