Miquel Escudero-El Imparcial
Decía Julián Marías que no todo lo humano es personal, pero que todos los humanos son personas; por supuesto, hagan lo que hagan o dejen de hacer. Aunque no la expresara con esta fórmula, esta idea la podría compartir el psiquiatra austríaco Viktor Frankl, que proponía aprender a ver lo humano en el ser humano y que no nos olvidásemos de verlo.
El autor del renombrado libro El hombre en busca de sentido dio cuenta en él de cómo sobrevivió a los campos de concentración nazis, a diferencia de sus padres y de su esposa que allí perecieron. Frankl fundó una psicoterapia de análisis existencial conocida como logoterapia, y ponía en valor la capacidad que el ser humano tiene de sufrir. Es evidente que, si puedo eliminar la causa de un determinado sufrimiento, debo hacerlo. Empero, Frankl estaba convencido de que todo el sufrimiento que había soportado le servía, en última instancia, para hacer de él un mejor orientador psicológi
En cualquier circunstancia, debemos estar preparados para tolerar las frustraciones. Pero también para apuntar directamente contra el vacío de sentido. Frankl recordaba que, para Harvey, célebre médico inglés del siglo XVII, la única manera de soportar la vida es tener siempre una tarea que cumplir. No pocos se deprimen al entender que para todo el mundo estar desempleado equivale a ser inútil, y equiparan ser inútil con vivir sin sentido; estaríamos, así, programados para la desesperación. Sin embargo, el mero hecho de mantenernos receptivos nos lleva a prestar atención a la realidad, y por tanto a estar activos. Vivenciando y amando podemos descubrir posibilidades de sentido existencial que no vislumbrábamos antes.
Insistía Viktor Frankl en que las vivencias y las obras que hemos llevado a cabo a lo largo de una vida, “nada ni nadie nos los va a poder quitar y arrebatar, deshacer o cancelar nunca”. Reivindicaba el poder de obstinación del espíritu, persuadido de que no se puede borrar la bondad que uno ha desarrollado en su propia vida. O la posible satisfacción de haber extraído la mejor lección posible del propio sufrimiento experimentado.
Otra línea de acción terapéutica que apuntaba en su lejana exposición era la de orientar a industriales, directivos y ejecutivos que, por la razón que fuera, se diesen de baja en sus empresas y se incorporasen a alguna otra actividad. El servicio psicológico que se les pueda ofrecer pasa por incorporar una dimensión que personalice. Esta es siempre la clave de todo. Importa, por consiguiente, deshacer y revertir los procesos de idolatría que nos apartan de lo personal. La primera idolatría es al éxito.
Al centrar toda la atención en imágenes y en símbolos de éxito y apabullamiento, ocurre que los árboles de los símbolos impiden ver el bosque de lo real. Al no reconocer la dignidad incondicional del ser humano, y marcarle con el valor excluyente de ‘cosa’, según su utilidad, la sociedad que resulta de tales interacciones está aquejada de honda alienación y sus miembros corren un particular y serio peligro por su fragilidad.