Lo ovejuno

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 16/02/13

· Querido J: Me acuerdo de aquel lúcido mandato de Joubert que utilicé como instrucción de un libro mío: «Investigad la corrupción de los tiempos prósperos». En eso está España. Cualquier ciudadano honrado ha de alegrarse, sobre todo si no olvida la relación íntima que existe entre la corrupción y el exceso.

Este ambiente da para debates morales y políticos de gran interés. Ayer planteaba uno EnricGonzález, que acaba de sentar plaza en este periódico donde te echo las cartas. Le parecía a su columna que Ada Colau, al llamar criminal a un bancario y perdonarle la cara de un zapatazo, no hacía más que seguir una cierta tradición parlamentaria española en la que, entre otros ejemplos, el diputado Guerra llama «nazi estúpido» al diputado Verstrynge, el diputado Gallego «tonto» al diputado Cantó, o el diputado Labordeta llama «gilipollas» a otro del Partido Popular. Nadie puede negar esa tradición, siempre que no la acote al parlamentarismo español. Pero esa tradición no tiene nada que ver con el matonismo perón de Ada Colau.

Cuando un político designa a otro con el nombre del puerco está enzarzándose con una persona concreta, identificada, real. De algún modo, se trata en realidad de un cara a cara. Uno puede considerar que la conducta es irrespetuosa o borde; pero es un cara a cara.

Cuando Ada Colau espeta «criminal» al representante de la banca que le ha precedido, o cuando unos días después, desde la tribuna del Congreso de los Diputados grita «sinvergüenzas» (y no distingo bien si asesinos, aunque en televisión sí dijo que bien podría llamarles así) a los diputados, acompañada de su turba de corps, algo realmente turbador se produce: no hay nada personal ahí. Por obra y gracia de semejantes disparos al bulto los políticos, los banqueros e incluso los bancarios, que es lo que es Javier Rodríguez Pellitero, quedan incursos en la vehemencia adjetiva de la mujer.

La vehemente elude así el primer problema de todo aquel que cree llegada la hora de los insultos. Es decir, la responsabilidad. Si el bancario Rodríguez Pellitero hubiese ido de inmediato al juzgado de guardia a denunciar por injurias a la hipotecada Colau, ésta habría argumentado que no había nada personal y que sólo había hecho un uso convencional de la sinécdoque. «¡Por eso no le tiré el zapato!», podría justificarse, incluso sonriendo. «¡Cómo voy a tirar el zapato a una figura retórica!», habría retóricamente rematado en caso de atravesar un momento vivaz. El juez le daría la razón. Aún no se ha visto que una sinécdoque se querelle. Y por lo demás, pobre de él. La falta de interés personal supone una elusión de la responsabilidad, pero multiplica exponencialmente su eficacia. Todos los políticos, todos los banqueros, todos los bancarios quedan irremisiblemente contagiados. Y siempre gratis. Entre la bilis reptilínea de Guerra y el gas disipado en la atmósfera de Colau hay la misma diferencia que entre Barry Lyndon y Fuenteovejuna -que nunca hubo pueblo, por cierto, que acertase a nombrarse mejor.

Tú y yo, querido amigo, y vamos ya adonde quiero ir, hemos hablado miles de veces de la naturaleza corrupta del sistema catalán. Hablar así te costó a ti el irte y a mí el llevar ya unos 20 años yéndome, que aceptarás es una cruz mucho más grande. A la vista de las noticias que van acumulándose estos días, con la mitad de sus ciudadanos honrados espiando a la otra mitad y viceversa, ¡y por la misma empresa!, podríamos tener la humanísima tentación de decir eso horrible y vulgarísimo, ya lo decía yo, y encontrar aquí la prueba del nueve de nuestros cálculos.

Sería un grave error. El sistema catalán es corrupto por el uso que hace de la educación, de la historia, de la lengua, del consenso social, de la televisión pública y hasta del fútbol. Es un sistema basado en la singularidad de que las mentiras, contrariamente a lo que sucede en las naciones reales, no sólo no se han olvidado sino que siguen plenamente operativa.

Es probable que esta corrupción de base, y que somete a casi todos los partidos políticos catalanes, haya sido aprovechada por más de uno para robar en nombre de la patria. Pero robar en nombre de la patria es lo mismo que robar en nombre del pueblo. Robar.

El nacionalismo puede convertirse en el tipo de coartada particular que utiliza nuestro ladrón; pero sería un abuso intolerable concluir que todos los nacionalistas son ladrones. Por lo demás, de esta divertida comedia de puertas catalana, que no casualmente se ha producido en el único restaurante de la ciudad donde se come mal, me preocuparía que acabara enmascarando la corrupción sistémica, sea dicho en el léxico bursátil de nuestro tiempo.

A veces te he dicho que me hice periodista para ir de uno en uno. Es una de las grandes cosas del oficio. Para la generalización ya están los políticos, los estadísticos y los médicos internistas, que son las tres profesiones recurrentes del periodista cuando no quiere, o no puede, reconocerse como tal. Por desgracia me toca practicarlas a veces. Intrusismo. Hay que ir uno a uno, así tomados. Sin perder de vista que es biológicamente imposible ser malvado las 24 horas del día. Celebrando que un hombre no pueda ser jamás sinécdoque de sí mismo. Sigue con salud.

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 16/02/13