Tonia Etxarri-El Correo

El encargo del Rey a Pedro Sánchez para que forme gobierno es, de nuevo, una decisión sin amarrar. Porque los socialistas y la extrema izquierda aún no tienen los apoyos necesarios para gobernar. Felipe VI no pudo contrastar ayer las intenciones de ERC porque sus dirigentes rechazaron entrevistarse con él. Por lo tanto, tuvo que conformarse con que el aspirante socialista hiciera de intérprete de los propósitos de Esquerra Republicana. Pero Sánchez no controla los tiempos. Los marca el partido que tiene a su líder, Junqueras, cumpliendo condena por sedición y malversación.

Parece el guión de una de las series televisivas de las que tanto le gusta hablar a Pablo Iglesias con el Rey para restar importancia, de paso, a la figura constitucional del monarca. Pero no es ficción. Es lo que está ocurriendo. Y lo que pasa es que Pedro y Pablo, que necesitan a ERC, han tenido que guardarse las prisas. Si los trece diputados catalanes no se abstienen en la sesión de investidura, el equipo ya diseñado, apalabrado y negociado para llevar el timón de La Moncloa, no va a poder pasar a la historia. Y como el intercambio con ERC está más complicado de lo que aparentan, Iglesias ayer dilataba los plazos hasta enero. No puede haber salida al margen de la legalidad.

De ahí el obstáculo para llegar a esos acuerdos «razonables» a los que alude la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo. Los republicanos catalanes admiten en privado que algunas exigencias que plantean no se las podrá conceder el Estado. Por mucho que Sánchez ya haya admitido el conflicto «político», que no vaya a recuperar el delito de los referéndums secesionistas contrariamente a lo que prometió en campaña, que vaya a admitir un Consejo judicial propio o un estatuto donde se reconozca a Cataluña como nación política. Son muchas concesiones pero ninguna tiene el peso del derecho de autodeterminación. Torra y Puigdemont enredando con la amnistía , en pleno guirigay entre los independentistas por los grados de semilibertad a los que se podrían acoger los presos del ‘procés’, da la dimensión del estado de la negociación.

Estamos en el «diabólico laberinto», según el socialista Lambán, aunque su voz clame en el desierto porque nadie puede disuadir a Sánchez de que cambie de aliados. Con Casado y Arrimadas tendría 221 escaños. Pero no está dispuesto a dejar fuera a los secesionistas catalanes. Que son incompatibles con la Constitución. Seguimos en el bucle.