IGNACIO MARCO-GARDOQUIEL CORREO

En su retiro toledano de Quintos de Mora el Gobierno, además de practicar la convivencia, avanzó en el programa de su actividad en los próximos meses. Hay para mucho. Para tanto que me voy a remitir sólo a las cuentas públicas. Al país le conviene disponer de ellas y para el Gobierno es vital, pues sólo a su amparo podrá desarrollar sus ambiciosas, generosas y caras propuestas.

Desde la moción de censura está constreñido en su voluntad por tener que mantenerse dentro de la senda marcada en su día por Cristóbal Montoro. Es decir, un Gobierno de coalición entre la ultraizquierda y la ultra-ultraizquierda (según diría su nueva taxonomía política) ejecutando una partitura escrita por un Gobierno de ultraderecha. Total, un lío.

Ha empezado el proceso de elaboración planteando una situación de base que me parece prudente. Se rebaja la previsión de PIB para este año al 1,6% y se prevé una creación de empleo más modesta. Es decir, admite de saque que los ingresos fiscales -antes de las modificaciones a introducir- será menores. Lo cual no obsta en absoluto para que anuncie un aumento muy importante de los gastos, que es donde pretende plasmar su política social. Así, el límite del gasto no financiero de 2020 será de 127.609 millones, lo que supone un 3,8% más que el pasado ejercicio y nada menos que un 6,4% superior al año anterior. Menos ingresos y más gastos. ¿Cómo cuadramos eso? Pues es una dificultad salvable. ¿Cómo? Mediante dos decisiones. Una consiste en negociar con Bruselas una nueva senda de contención del déficit público que sea más confortable, por menos exigente. En ello está la vicepresidenta Nadia Calviño. Otra, claro está, incrementar los ingresos por la vía del establecimiento de nuevos y mayores impuestos.

Ahora vamos con eso, pero antes una curiosidad. Ya sabemos que Mariano Rajoy ha pasado a la historia como el Atila de los recortes y el Genghis Khan de los ajustes. Un fiel y devoto seguidor de las políticas austericidas implementadas por el odioso neoliberalismo. Ya, pero ¿recuerda usted cuál fue el límite de gasto de 2015? Ya se que no, pero para eso estamos aquí trabajando un sábado para que lo lea un domingo, vamos como si fuésemos un vulgar ministro de Exteriores. Fueron 129.060 millones, es decir más que el gasto progresista. ¿Dónde está el truco? Pues que en 2015 crecíamos al 3,8% y ahora lo hacemos al 1,6%. No me dirá que no resulta curioso que el malvado Rajoy gastase más que el benéfico Sánchez. Lo que son las cosas…

Vamos con los impuestos. Los primeros en la lista de salida son las llamadas ‘tasas Tobin y Google’, con las que espera recaudar 850 y 1.200 millones. La Airef dijo que serían sólo 137, pero eso que importa, son unos aguafiestas. Ambas tasas están de moda y su implantación será relativamente indolora pues la mayoría de los ciudadanos no sabrá que las pagan ellos. Luego habrá medidas contra el fraude. Unas algo incómodas, como la reducción a 1.000 euros de los pagos máximos en metálico, y otras sólo para quienes sean morosos, que ingresarán en la publicidad de las listas a partir de los 600.000 euros.

Más tarde llegan los ‘castigos’ a los ricos, que pagarán hasta cuatro puntos más en el IRPF y otros cuatro quienes obtengan los rendimientos máximos del ahorro. Aquí ya se oyen los aplausos, pero la decepción aparece en cuanto vemos que la estimación de ingresos por esta vía se queda en sólo 328 millones. Eso de que los ricos iban a pagar la factura….

Y por último lo gordo. Habrá un tipo mínimo del 15% sobre la base imponible del Impuesto sobre Sociedades, que alcanzará el 18% si se trata de la malvada banca y del cochino petróleo, además de un 5% para los dividendos de las empresas. Aquí sí que hay ingresos. Nada menos que 3.826 millones, el 70% del total. Claro que inmediatamente después les exigiremos que creen empleo y les llamaremos insolidarias si no lo hacen. Qué cosas… Bueno, pues añada la subida del diésel (670 millones para camioneros y usuarios) y tendrá un buen panorama de lo que nos viene en los próximos meses. Hala, a disfrutar.