Lo que son

EL MUNDO – 16/06/15 – ARCADI ESPADA

· Antes de mantener en el cargo a su concejal, la alcaldesa Carmena, sus labores, dijo en la televisión que el humor ha de tener límites. El ejemplo que puso, antológico y despreciable, fue el de Charlie Hebdo: «Un humor que puede producir muertes.» Hay que fijarse mucho en el sintagma producir muertes y obviamente en el sujeto un humor para entender hasta dónde llega la extravagancia moral de la alcaldesa. Algunos ciudadanos parecen preocupados por que un caso así haya llegado a dirigir la ciudad de Madrid. Los comprendo.

Pero mucho más preocupante es que durante décadas un caso así haya metido y sacado hombres de la cárcel. Lo que tiene límites no es el humor, sino las circunstancias en que el humor se produce. O sea, y por ejemplo, las actividades humorísticas de cualquiera, incluido un presunto concejal de Cultura. Yo me puedo burlar de que la alcaldesa Carmena confiese que no le interesa la política, y de ahí que la ocupe en sus labores.

Pero no creo que mi burla tuviera ninguna posibilidad de manifestarse si yo fuera un subordinado suyo. Dicho lo cual me alegro de que no haya cometido el grave error político de destituir a Zapata. El concejal de Cultura, como el de Participación, Pablo Soto, como todos los otros que en esta hora dudosa andan efectuando un borrado masivo de sus recientes actividades (se esperaba que eso hicieran los salientes pero están haciéndolo los entrantes), tienen sobre el humor, el humor negro, los judíos, la lucha armada, la Constitución o la democracia las mismas opiniones que sus votantes. Sería fácil comprobarlo si la alcaldesa Carmena se sometiera a los protocolos podémicos que le han concedido el poder y convocara un referéndum entre los círculos para saber qué tiene que hacer con sus concejales tuitosos.

Esa plebe, para utilizar un sustantivo que usa con elogio Pablo Iglesias, se siente briosamente orgullosa de que miembros de su equipo ético y estético hayan llegado al poder. Por lo tanto, incluso sería un erróneo argumento defensivo el sostener que no se puede destituir a nadie por una conducta anterior a su entrada en política. Porque lo que los votantes podémicos quieren, precisamente, es que ésa siga siendo ahora su conducta. Coherencia. La gracia de asaltar el cielo desde la ciénaga. Destituyendo a Zapata se los habría destituido a ellos y lo llevarían mal, pronostico. Los méritos que han encumbrado a los concejales de Carmena no solo están descritos en miles de tuits de revolución ebrios. Es que no hay más méritos.

EL MUNDO – 16/06/15 – ARCADI ESPADA