¿Qué tenemos? Pues tenemos un Gobierno formado por el ala más populista y radical del Partido Socialista y un partido antisistema enroscado alrededor del Partido Comunista. Una fórmula inusual en Europa, pero de ideología extendida por América Latina. La madre patria, dando ejemplo a sus hijos de ultramar. Como no les llegan los escaños se apoyan en la parte más florida y granada del arco parlamentario, allí donde se apilan los contraelsistema en sus diversos grados. Es decir, hemos dejado la gobernabilidad del sistema en los antisistema y últimamente hemos decidido, para hacerlo todo aún más pintoresco, que los condenados por el delito de sedición sean quienes diseñen el delito de sedición. Hay que reconocer que son expertos en la materia. Y más que lo van a ser, pues han prometido mantenerse firmes en el empeño.
Pedro Sánchez asegura que se trata de actualizar un Código Penal antiguo, es de 1820 nada menos y caduco como el nuestro. Miente. ¿Le sorprende? El delito de sedición esta regulado, hasta que lo cambien sus conveniencias, en 1995. Podría haber actualizado la regulación del indulto, que esa sí que es antigua, pero ha preferido usarla, en lugar de cambiarla. ¿Le convenía? No sea usted tan mal pensado, hombre. Miente también, aunque de forma más sutil, cuando asegura que el castigo de la sedición es más liviano en Europa. Olvídese del nombre, cambiante por países y fíjese en el castigo que se aplica a hechos similares. Comprobará que es igual o más duro aún. ¿De verdad cree que si una autoridad regional convocase un referéndum ilegal y declarase la independencia de Córcega o de Baviera le aplicarían en Francia o el Alemania algo tan ridículo con eso de los desórdenes públicos agravados? Como diría el maestro Jordi Pujol, ¿Qué coño es eso de los desórdenes públicos agravados? Pedro Sánchez y la verdad nunca fueron grandes amigos.
La razón más contundente de los partidarios del esperpento es que Pedro Sánchez hace lo que hace porque dispone de los escaños suficientes para hacerlo. Cierto, es verdad y es un buen argumento. La única duda que podemos abrigar es si los votantes que le proporcionaron esos escaños lo hicieron para que sucediera todo esto. Porque quizás sea necesario recordar que el PSOE fue el partido más votado tras una campaña electoral en la que se aseguró el insomnio permanente para quien gobernara con Podemos; se prometió que jamás se pactaría con Bildu -«¿Cuántas veces quiere que se lo repita?»-; se opinó que lo de Cataluña había sido, no ya una sedición sino una rebelión, y se comprometió a traer a Carles Puigdemont, otra perla, para que se sometiese a la Justicia. A este paso, el emperador de Waterloo vendrá, pero con más fiesta y ruido ambiental que en los ‘ongi etorris’ que organiza Bildu a los terroristas condenados por su actividad en ETA.
Por eso, la gran pregunta es: ¿Están de acuerdo con estas actuaciones los votantes del PSOE que oyeron y apoyaron otra cosa bien distinta? Ni idea, no les conozco a todos. Pero lo comprobaremos en las próximas elecciones.