Arcadi Espada-El Mundo
A SU modo patético, Calvo trató de decir que Sánchez y el Valido habían mantenido una reunión institucional. Y cuando un periodista le preguntó si Sánchez seguía creyendo que el Valido era un racista y el Le Pen español, aún se creció en el énfasis: «Hoy hemos recibido al president de la Generalitat». Pero no. Sánchez había aceptado recibir a un hombre que llevaba un lazo amarillo en la solapa. Ese lazo dice que España no es una democracia y exige la libertad de personas presuntamente responsables de un asalto al Estado de Derecho. Es el lazo que lleva un militante, un partidario de la insurrección, y cuyo significado rechazan más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña. Nadie dotado de un sentido institucional, al margen de sus creencias y de las creencias de los partidos que le hubieran dado la mayoría parlamentaria, llevaría ese lazo en la solapa. Porque hay algo más que retórica cuando un investido proclama que es el presidente de todos. Nadie que lleve ese lazo puede serlo. Tampoco el que afirme que su Gobierno no invitará al Rey de España a ningún acto, incluido el próximo duelo en memoria de las víctimas del atentado de Barcelona. Ni puede ser presidente de todos los catalanes ni una figura institucionalmente considerada por cualquiera que tenga una noción adulta y compleja de la política. Lo que, evidentemente, no es el caso de Sánchez. Ha recibido en la puerta al Valido después de que expresara su categórico desdén con el Jefe del Estado y lo ha hecho pasar al interior no obstante ir adornado con el sectario lazo amarillo. El irreflexivo asentimiento de Sánchez se complica, además, por el objetivo ceremonial de su interlocutor, que era escenificar un encuentro entre los presidentes de Cataluña y España. La cargada alforja que traía el Valido –ratafia incluida, ese mejunje– debió ser interpretada como los regalos que traen a la ciudad los amables cazurros del pueblo. Pero el torpísimo Sánchez se encargó de darle vuelo bilateral ¡correspondiendo! con un volumen ilustrado sobre el Palacio de La Moncloa.
Un imposible destello de inteligencia y dignidad política hubiese hecho desviar la cita de Moncloa hasta la sede del Psoe en Ferraz, donde los militantes y las militantas, y las chapitas y los lazitos. Y donde, con mucho menor compromiso, se habría enterado por fin Sánchez de lo que realmente significa «dar solución política a un problema que es político». La autodeterminación es lo que significa. Eso que las personas educadas jamás ejercen fuera del lavabo y mucho menos en los salones de Moncloa.