ANTONIO PIÑERO es Catedrático de la Universidad Complutense, ABC 21/05/2013
«El presidente de la Generalitat debería hablar mucho más claro al «pueblo» catalán de todo el embrollo en el que lo meterá».
LA ciudad ideal para mí es Barcelona: universidad y mar. Y como fanático de la navegación a vela, me agrada recordar mis innumerables visitas a L´Estartit. ¡Maravillosos ratos pasados en Las Medas! Pero me pasa lo que a Rafa Nadal: no consigo imaginarme que voy a ir a L´Estartit como si fuera al extranjero. En L´Estartit he visto varias veces un par de pancartas en los balcones: «Viva L´Estartit libre». Estas pancartas han generado las siguientes reflexiones sobre la consulta de Artur Mas:
Primera. Aunque parezca ridículo a algunos que intervengan en esa consulta todos los españoles, el 87% de los catalanes votaron la Constitución. Esta puede cambiarse, pero legalmente.
Segunda. Concédase a todos los catalanes los mismos derechos aquí y ahora que Mas pretende dar a los ganadores de su consulta. Los que voten en contra de la independencia tienen también el mismo derecho a decidir y a fundar su estado propio. Este envite lleva a la partición en dos de Cataluña.
Tercera. Para saber lo que piensa el «pueblo de Cataluña», debe Artur Mas organizar otra consulta/referéndum. Pregunte al resto de los catalanes dispersos por España. ¿Cómo saberlo en la práctica? Consulte a los que por algunos de sus dos apellidos tengan comprobada «sangre catalana». La idea fue de Lamo de Espinosa acerca del «pueblo vasco». La provincia con menos apellidos vascos era Albacete… ¡y había un 18%! Con el pueblo catalán ocurre lo mismo.
Cuarta. El referéndum para proclamar independiente alguna parte de lo que ha sido España durante siglos habrá de considerarse como de secesión unilateral. «Quien se “divorcie” unilateralmente correrá con todos los gastos». No se «concede» una independencia, sino que se calculan los gastos y, en este caso, cómo los abonará íntegramente la parte que desea separarse. La parte perjudicada intentará resarcirse. España procurará quedarse con todo lo de Cataluña dentro de ella y también con todo lo de España dentro de Cataluña. Naturalmente ésta se opondrá. Pero he oído decir: «No importará. Lo pagarán con el agua del Ebro». Ya los Monegro o el Júcar no tendrán más sed.
Quinta. Si se concreta totalmente el derecho a decidir en una independencia real no habrá nada de convivencia idílica como utópicamente pregona un infatigable A. Mas.
Sexta. El tipo concreto de proceso secesionista en un estado de siglos como España, es del modelo complicado: cuando dos «pueblos» disputan entre sí porque se creen con derechos sobre el mismo territorio: parecido a Israel / Palestina o Chipre. Según el «derecho a decidir» de Mas en el actual territorio español en Cataluña hay un «pueblo» con una «cultura diferente», Pero resulta que en realidad ¡hay dos «pueblos!». Artur Mas y sus colegas solo ve uno, pero hay dos: el «pueblo catalán» y el «pueblo español». Los «españolistas» también tienen derechos históricos sobre el territorio de Cataluña, que consideran propio. Hay que postular derechos históricos para todos.
Séptima. Esto nos lleva a un referéndum de partición del territorio basado en derechos históricos de las dos partes y del derecho a decidir para todos, también para aquellos que en el referéndum digan que no. Y si votan que no, ello debe decir que desean quedarse en España… La petición catalana de que se incorpore a la futura Catalunya el Rosellón y la Cerdaña… ¿Qué pensará Francia? ¿Y el resto de Europa con nacionalismos problemáticos?
Octava. ¿Han considerado los nacionalistas catalanes el mapa de la España actual? ¿Piensan en serio que cualquier gobierno de España, de cualquier color, se quedará impasible y tranquilo –Txiqui Benegas di
xit– ante la idea de que dos nuevos países independientes, Euskadi y Catalunya, le corten a derecha e izquierda, a oeste y este, el paso natural, franco y sencillo, sin montañas (y no valen los túneles; son engorrosos y fácilmente saboteables), a Europa?
Novena. Salir automáticamente de la Unión Europa; supone un empobrecimiento terrible, una notable pérdida de ingresos por comercio con el resto de España, traumáticas separaciones familiares; rápida fuga de las multinacionales… No hablar muy claro al pueblo catalán de todo esto debe considerarse lisa y llanamente mentir al pueblo.
En síntesis propondría a Artur Mas que reflexione sobre algunas consecuencias de la lógica interna del derecho a decidir que conlleva pensar también en los posibles derechos históricos de las dos partes que disputan el mismo territorio. ¡El derecho a decidir es para todos! El «referéndum» que propone habrá de ser vinculante…, y conducirá a un reparto del territorio entre las dos partes en litigio, puesto que se parte hipotéticamente del supuesto de que se trata de dos «pueblos» que creen tener derechos históricos sobre el mismo país. Debería hablar mucho más claro al «pueblo» de todo el embrollo en el que lo meterá.
ANTONIO PIÑERO es Catedrático de la Universidad Complutense, ABC 21/05/2013