Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 20/1/12
Cuando en marzo se celebren las elecciones regionales, el PSOE llevará gobernando en Andalucía ininterrumpidamente la friolera de 30 años, durante una buena parte de los cuales controló no solo las instituciones autonómicas, sino también los grandes ayuntamientos y las diputaciones de la comunidad. La situación andaluza constituye, por eso, una auténtica anomalía democrática, que no se ha producido en ninguna región española, pues en las que podían equiparársele (Extremadura y Castilla-La Mancha) tuvo lugar la alternancia política en las últimas elecciones autonómicas.
Los cínicos y los cándidos sostienen que tal anomalía no es tal, pues el PSOE ha gobernado Andalucía por la única y exclusiva razón de que ha ganado allí las elecciones autonómicas. No seré yo quien lo dude, pero no es esa la cuestión.
Y no lo es porque la historia demuestra que la falta de alternancia en el poder es la madre de todos los vicios, aunque el poder se disfrute con formas democráticas. Bastaría con recordar la clásica cita de Lord Acton (1834-1902) según la cual el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.
Ciertamente, el poder tiende a corromper en el sentido en que se corrompe un cuerpo muerto, es decir, a degradar el ejercicio público, convirtiendo en normal lo que a todas luces no lo es, habituando a quien lo ejerce a hacer cosas que ni siquiera se le ocurrirían en los primeros años de mandato y, sobre todo, generando una sensación de absoluta impunidad, que explica situaciones de otro modo incomprensibles. El asunto de los ERE, por ejemplo.
La alternancia democrática es en Andalucía una necesidad perentoria para el equilibrio del sistema, como lo fue antes en Cataluña, en el País Vasco o en Galicia, pese a que en esas tres regiones el poder estuvo siempre más repartido de lo que lo ha estado durante décadas en Andalucía, al controlar la oposición una buena parte de las instituciones locales.
Ojalá me equivoque, pero tengo la intuición de que si finalmente se produce en Andalucía la alternancia veremos cosas extrañas y nos enteraremos de escándalos que ha tapado el ejercicio continuado del poder. Eso pasó en Italia, donde la Democracia Cristiana gobernó (al principio sola y luego acompañada) durante cuatro décadas y donde dejó un país lleno de agujeros, como un queso gruyer.
Es curioso, sin embargo, que muchos intelectuales y artistas que consideraban que en Galicia la alternancia era vital (como lo era, aunque sus resultados fuesen magros al final) opinen ahora que una nueva victoria del PSOE en Andalucía lo sería del progreso. Eso permite suponer en qué clase de democracia cree toda esa gente que entiende que cuando gobiernan los suyos todo es bueno y todo malo cuando lo hacen sus contrarios. Una pena.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 20/1/12