Los agentes y el enemigo

MANUEL MONTERO, EL CORREO 10/01/13

No se habían ido del todo, pero desde la izquierda abertzale rebrotan estos días algunos conceptos del periodo anterior, de antes del ‘escenario de paz’, por usar su terminología.

Pese al clima de reconquista nacionalista, el estreno de Urkullu en el papel de lehendakari ha sido suave. Bienintencionado, aunque algo etéreo. La prensa ha resaltado la audiencia de su discurso de fin de año más que su mensaje: en lo primero le ha machacado a López; en lo segundo empatan, pues ni uno ni otro dan grandes titulares en este trance, más allá del esfuerzo hermenéutico de averiguar qué quiere decir este año «crecer como nación» y el «asumimos el compromiso de acordar y sumar». Se deduce al menos que no le gustan los sobresaltos, que no es poco, si es así.

Pero como ‘los nuevos tiempos’ –una expresión que ha hecho fortuna– los diseña la izquierda abertzale podría ser que geste también el ambiente político de la legislatura. No se habían ido del todo, pero desde esa parte rebrotan estos días algunos conceptos del periodo anterior, de antes del ‘escenario de paz’, por usar su terminología.

Superados los trámites electorales, que fueron una suerte de limbo, retoña un tono vital que sigue siendo hosco. En boca de los dirigentes de Bildu y entornos retornan los clásicos: bloqueo del proceso, sabotaje del proceso, imposición del Estado, exigencia, resolución (del conflicto). Y hay dos términos que florecen de nuevo: los agentes y el enemigo. Vuelven con fuerza y quizás impongan su carácter al nuevo periodo, que desde la perspectiva de los oradores no es nuevo sino continuidad de un proceso que conciben como pasos sucesivos.

Está el palabro ‘agentes’, uno de los más misteriosos que usa el nacionalismo radical y que mejor informa sobre sus conceptos políticos. «Más de 500 agentes políticos, sociales y sindicales se suman a la marcha de Herrira», se nos comunica, y la imagen es la de que llaman a movilizarse las auténticas fuerzas vivas, lo mejor de lo mejor. El concepto no es nuevo, pero sigue siendo de contenido críptico. ¿Qué hace que un agente sea agente? Al decir «agentes políticos y sociales» la izquierda abertzale designa a individuos y colectivos a los que se atribuye una especial capacidad política. No los concibe como actores secundarios, sino como protagonistas de primera categoría.

Los agentes son personas o grupos a los que les otorga gran representatividad, mayor que la que dan los votos, en comparación una nadería o mera apoyatura. Por uno de esos casuales que se producen en la sociedad vasca los mentados agentes –que en este discurso vienen a encarnar la soberanía en su estado puro– comparten los criterios de la izquierda abertzale o están dispuestos a jugar a su juego, coyuntural o permanentemente. A veces los propios ‘agentes’, llenos de autoestima, de conciencia social y de la misión de arreglarnos la vida, se autodenominan así, como cuando firmaron el acuerdo soberanista de Gernika como «Treinta agentes políticos, sindicales y sociales» –ahora son muchos más–: así se llamaban a sí mismos, modestia aparte. Además de individuos con nombres y apellidos (sitos en la izquierda abertzale o inmediaciones) lo hicieron sindicatos, organizaciones juveniles y asociaciones, vinculados al nacionalismo radical. Ahora dan en agentes gentes como Madrazo y Labayen: también desde este punto de vista crecen la marea y el gusto por el oficio.

El término, por tanto, vale para todo… lo que represente sensibilidad próxima a la actual Bildu. A ‘los agentes’ se les sugiere representatividad, altísimo compromiso social y voluntad de sustituir a los que tan sólo cuentan con el apoyo del electorado. Si uno aspira a agente ya sabe con quién tiene que ir. La cualidad de «agente político, social y sindical» no se deriva de que una persona o colectivo actúe política, social y sindicalmente, sino de que firme convocatorias o acuerdos impulsados por la izquierda abertzale.

Este concepto de ‘agentes…’ refleja una particular concepción democrática, en la que vale más acumular siglas y personas (de la cuerda) que juntar votos. Los agentes son los guías, la vanguardia, los que establecen los criterios democráticos y la vía correcta.

El otro término que ha emergido súbitamente es el de ‘enemigo’, que quedó arrumbado cuando el limbo electoralista. Es un concepto más peligroso que el anterior, pero se oye estos días como si tal cosa. «El PP es el principal enemigo de la paz», anuncian dirigentes de Bildu. El colectivo de presos de ETA asegura que «el enemigo quiere hundir» el proceso de paz. El Acuerdo de Gernika –que, por lo que se ve, es más que un acuerdo, da en agente– habla de que «los enemigos de la paz continúan actuando como si nada hubiese cambiado». Esta idea de ‘enemigo’ es militarista, pues no hay razones para pensar que se trata de una metáfora.

La conversión a la democracia de este sector sigue siendo precaria, pues el concepto de enemigo no es compatible con la admisión del pluralismo y de los cauces democráticos. Divide el mundo entre los que siguen sus conceptos de ‘paz’ y el enemigo. Suena a amenaza, a pensar que el ‘definitivo’ del cese terrorista es relativo: lo será mientras no se disuelva ETA y mientras siga el hábito histórico de señalar enemigos. El concepto es antagónico con la democracia.

Es un término gravísimo. Sugiere que los caminos a los que alude el lehendakari nuevo siguen con la piedra de siempre en el camino. Y convierte en surrealismo puro la insólita ponencia de los socialistas alaveses, que reniega de los pactos «con la derecha» y los admite con EH Bildu. Semejante dislate es incomprensible e irresponsable. En Bildu todavía dividen en agentes y enemigos. Resulta imprescindible no reírles las gracias.

MANUEL MONTERO, EL CORREO 10/01/13