ABC-IGNACIO CAMACHO
Díaz ha recibido un castigo delegado, un voto de rechazo a la impostura supremacista de Sánchez y sus aliados
NO, no es una broma: Sánchez llamó a respetar en Andalucía la lista más votada. Y no, tampoco es una coña que haya pedido aislar a Vox por considerarlo un adversario (que en alguna medida sí lo es) de la Carta Magna. Eso lo ha dicho el presidente que gobierna con 85 diputados sobre un total de 350 en la Cámara, y lo hace con el apoyo de una fuerza anticapitalista y antimonárquica, de los legatarios de ETA y de los golpistas de la revuelta catalana: la más amplia alianza anticonstitucional que cabe ahora mismo en España. Probablemente no pretenda insultar la inteligencia de los votantes, aunque de hecho lo haga, ni los considere presos de una modalidad de amnesia colectiva extraordinaria, sino que en un caso flagrante de personalidad disociada se sitúa a sí mismo por encima de sus propias circunstancias. No está dispuesto a asumir ninguna clase de responsabilidad en un fracaso del que piensa sacar provecho apartando a Susana Díaz para cobrarse su particular venganza. No se va a dar por aludido ante las señales axiomáticas de que su manera de acceder al poder ha recibido en las urnas una primera moción de censura palmaria. No se plantea hacer autocrítica ni destituir a un Tezanos que ayudó a extender en su electorado la idea de que la victoria estaba asegurada y desmotivó a muchos socialistas que se quedaron en su casa. En resumen: no parece haber entendido nada.
Y sin embargo, eppur si muove, son su Gobierno y su estrategia las causas esenciales del fiasco. Acertaron los partidos de oposición cuando plantearon su campaña en clave nacional para estimular el voto de rechazo. El conflicto de Cataluña, y en especial el modo en que el presidente ha abordado la relación con los sediciosos que trataron de romper la unidad del Estado, ha sido el principal catalizador de la crecida simultánea de Vox y de Ciudadanos, los dos factores esenciales –junto a una cierta resistencia, mayor de la prevista, del PP– del descalabro que ha tumbado una hegemonía territorial de 36 años. Susana Díaz se ha equivocado en el planteamiento táctico. Eligió un argumentario de andalucismo emocional que no ha calado y mostró, como de costumbre, una sobrevalorada confianza en su liderazgo. También es posible que eligiese mal la fecha, obsesionada por sacudirse la sombra del presidente para presentarse en solitario. Pero todos esos errores son subsidiarios de la evidencia de que ha recibido un castigo delegado. La derecha ha encontrado en Sánchez y sus aliados el elemento de cohesión capaz de sacudir y movilizar a una clase media harta de corrupción, clientelismo y paro, pero también de impostura moral y de supremacismo antipático. Y quien menos puede clamar por el retroceso del voto moderado es el hombre que más ha contribuido a achicarle el espacio apoyándose en la radicalidad más desestabilizadora para posar como un Kennedy de bolsillo subido en un Falcon.