Muchos políticos que defendieron la entrada de Bildu, ahora padecen cierto vértigo al comprobar que en algunos centros neurálgicos no van a poder quedar bien con el independentismo y a la vez garantizarse cierta tranquilidad derivada del respeto al marco estatutario.
Si la lectura que hace el lehendakari Patxi López sobre los malos resultados electorales del PSE, se limita a adjudicar las razones de la pérdida de votos al «desgaste del PSOE», empezamos mal. De poco le servirá que pida un congreso extraordinario en su partido si en la comunidad autónoma cree que los votantes le han abandonado aquejados de un efecto contagio del lastre de Zapatero. De los 62.000 votos perdidos, los miles que se han abstenido formarán parte del despiste, cuando no del enojo, que aqueja a los decepcionados que no saben a qué atenerse con sus líderes políticos. En el caso de los votos socialistas perdidos en el universo vasco, sus dirigentes no deberían hacerse trampas al solitario.
Es cierto que el modo como Zapatero encajó la crisis, tarde y mal, no anima a la ciudadanía. ¿Pero el lehendakari se ha preguntado si los que han dejado de votarle han tenido claro qué ha pasado con Bildu, por ejemplo? Conviene no dar pasos en falso en momentos de incertidumbre como el que nos ha tocado vivir . Que la gente tiene memoria y es en los momentos electorales cuando puede pasar factura. Que se lo pregunten, si no, a Txiki Benegas, que ha pasado ya a la historia como el dirigente de un partido constitucionalista que, habiendo ganado las elecciones vascas por primera vez, cedió la Lehendakaritza al PNV. Han pasado 25 años de eso y todavía se menciona la «hazaña del complejo» en la lista de reproches.
Con estas elecciones, lo que ha ocurrido es que muchos de los políticos que defendieron sin condiciones la entrada de la nueva sigla del complejo de Batasuna, ahora padecen cierto vértigo escénico al comprobar que en algunos centros neurálgicos no van a poder quedar bien con el pensamiento ganador, el independentista, y a la vez garantizarse cierta tranquilidad derivada del respeto al marco estatutario. O se acepta la ruptura, en la foto aparece Bildu, o se pacta entre PNV, socialistas y populares. El síndrome con la nueva Batasuna se va extendiendo con tan escasa exigencia democrática que a algunos partidos vascos les empieza a dar apuro optar por alianzas postelectorales que luego tendrían difícil explicación.
Y como Bildu se los conoce, su portavoz más mediático, Martín Garitano ya va avanzando que los electores no entenderían que fuera alcalde o diputado general alguien que no representara a la fuerza política más votada. Una circunstancia que se ha repetido en muchas ocasiones y en todas las instituciones. En diputaciones, ayuntamientos y el propio Gobierno vasco. Pero la advertencia de Bildu les impresiona más. Quizás para frenar esta ola de resignación ante el éxito de una formación que quiere hacerse un ‘lifting’ tan radical de su trayectoria que apenas recuerda la pesadilla de ETA, el propio vicepresidente Rubalcaba tuvo que dar ayer un golpe de efecto en el Senado. Algo tarde, desde luego. Rubalcaba dice que no se fía. Como tantos ciudadanos escarmentados. Y esos sí, y no los políticos, son los que hoy se sienten más debilitados.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 25/5/2011