Los desafíos de Podemos

EL CORREO 18/06/14
JOSU DE MIGUEL BÁRCENA, ABOGADO Y PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL

· Puede albergar contradicciones en su institucionalización, incluso las expectativas pueden ser exageradas, pero no carece de estrategia política

La aparición de Podemos tras las elecciones europeas ha supuesto un auténtico terremoto político, no solo en términos electorales. La reciente abdicación del rey Juan Carlos, está poniendo de manifiesto que la fuerza de la formación que lidera Pablo Iglesias reside en su capacidad para marcar los tiempos y los discursos de los otros partidos que se mueven en su misma esfera ideológica. Es probable que el éxito de Podemos tenga que ver con el descontento ciudadano con respecto al ensimismamiento del bipartidismo. Sin embargo, habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos para comprobar si estamos ante un fenómeno espontáneo o si por el contrario Podemos es un proyecto donde convergen intereses para convertir al PSOE en irrelevante llevándose por delante a Izquierda Unida. Paradójicamente, todo depende de su capacidad para institucionalizarse e ir alcanzando cuotas de poder.

Para ello, serán necesarias algunas transformaciones que parecen chocar con la filosofía de Podemos y sus votantes. Por ejemplo, no parece fácil abandonar el lenguaje constituyente basado en la enmienda a la totalidad del actual sistema constitucional y económico que se predica. El mundo de lo constituido (de lo real, para que se entienda) está predominado mucho más por la fortuna maquiavélica, que por la virtud democrática. La decisión política más importante que se adopta cada mes en España es el momento burocrático en el que los poderes públicos hacen frente al compromiso financiero con sus ciudadanos y acreedores internacionales. Este compromiso solo puede alcanzarse conciliando el principio de confianza con los intereses de los inversores que invierten en nuestro país, es decir, a través de una legitimidad opuesta al democratismo radical que se enarbola como ariete para superar la Constitución de 1978 o ajustar cuentas con el capitalismo financiero global.

Pero el tránsito desde la teoría a la praxis es una cuestión a la que tiene que enfrentarse cualquier organización política que pretenda acceder al poder. El auténtico desafío de Podemos es sin embargo constituirse en un partido al uso. Estamos a un año de elecciones municipales, autonómicas y generales. Si mantiene la tendencia electoral marcada en las europeas, es muy posible que tenga que hacerse cargo de responsabilidades gubernamentales en distintos niveles. En ese momento, sus dirigentes tendrán que enfrentarse a las leyes de hierro de la oligarquía que Michels entresacó del análisis empírico del funcionamiento de los partidos políticos hace casi un siglo.

Siguiendo estas leyes resulta fácil caracterizar a Podemos como un partido de notables. Su fuerza ha residido en su capacidad para proyectar mediáticamente a su líder, Pablo Iglesias. Esta forma devideocracia, recientemente explicada por Antonio Elorza en estas mismas páginas, confirma la idea de que tanto en lo organizativo como en lo programático, Podemos ha sido un partido articulado desde arriba hacia abajo y no a la inversa. Se ha cumplido la vieja idea de Michels de que la psicología de las masas, cada vez más digitalizadas, hace deseable el liderazgo y cierto culto a la personalidad.

Sin embargo, como acabamos de comprobar recientemente, la puesta en marcha de los famosos círculos democráticos del partido en ciernes, basados en la horizontalidad y la participación directa, chocan con la burocratización necesaria para hacer frente a las exigencias organizacionales. La famosa apertura de los partidos hacia la sociedad, que todos repiten como la quintaesencia de la democracia, implica el abandono de los objetivos emancipadores, porque supone convertir a la política en un mercado donde el consumidor realiza demandas vinculadas a sus propios intereses. Esto Monedero e Iglesias lo saben perfectamente, y por eso tratarán en lo posible de mantener los elementos de vanguardia dentro de Podemos, ineludibles para que la formación sobreviva a un éxito que por el momento solo se ha traducido en escaños en el Parlamento Europeo.

Recientes encuestas, en todo caso, traducían el actual apoyo demoscópico a Podemos en un número de escaños en el Congreso de los Diputados cercano a los sesenta. Hay que tomar estas encuestas con cierta cautela. Al margen de que las muestras pudieran ser suficientemente representativas, hay que tener en cuenta que solo un derrumbe total de los dos grandes partidos podría confirmar estas expectativas. Habrá que ver si las elecciones europeas han sido un voto de castigo o no. No obstante, es importante señalar que el sistema electoral español, regido por la fórmula d´Hondt a la hora de transformar los votos en escaños y desplegado en circunscripciones pequeñas que reducen la proporcionalidad del conjunto, favorece siempre las expectativas de los dos partidos más votados, lo que hace difícil que Podemos pueda rentabilizar su gran caudal de votos fuera de los feudos más poblados, donde ha obtenido unos resultados excepcionales.

En todo caso estamos ante meras hipótesis. Podemos puede albergar contradicciones en su institucionalización, incluso las expectativas electorales pueden resultar exageradas, pero no carece de estrategia política. Y el éxito de ésta depende de un factor externo: la capacidad de los dos grandes partidos para regenerar los agujeros negros del sistema político español y atajar la lógica constituyente, hueca y populista, que parece haberse generalizado entre la ciudadanía. Difícil, cuando uno de esos dos partidos camina hacia la autodestrucción.