EL MUNDO – 09/06/15
· Yacoub: «Morir en nombre de Alá no duele, es como un pellizquito…»
· Mouchouch: «Lo sé, es como si te picara una abeja… A lo mejor Alá nos está preparando algo mejor. ¡No sé!»
«Un pellizquito» o «la picadura de una abeja». Es la sensación que se tiene al morir «por la gloria de Alá», según dos presuntos yihadistas de la célula desmantelada por los Mossos d’Esquadra el 8 de abril. El sumario de la operación Caronte, instruido en la Audiencia Nacional, contiene las conversaciones telefónicas que indicarían la voluntad de algunos de los sospechosos de viajar a Siria para alistarse en el Estado Islámico. También se especifican los informes del agente infiltrado que detallan las conversaciones de Antonio S., uno de los presuntos cabecillas.
«Han ido muchos a Siria, gente que son amigos nuestros, gente que nunca sospeché de ellos y de repente te das cuenta que se han ido, que están allí, aquí en este lugar hay una célula muy grande y ahora aquí están vigilando a gente». De esta forma, una de las personas investigadas en la operación Caronte contra el terrorismo yihadista explicaba a su interlocutor las detenciones de 10 adultos y un menor el 8 de abril en Cataluña. Durante casi un año, los Mossos vigilaron a este grupo bajo la dirección del Juzgado de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. Según ha podido saber EL MUNDO, en el sumario constan numerosas conversaciones, como una en la que Yacoub O. C. que le dice a Taofiq Mouchouch –uno de los detenidos en la frontera de Bulgaria– «sabes que morir en nombre de Alá no duele, es como un pellizquito» y Mouchouch responde: «Lo sé, es como si te picara una abeja… A lo mejor Alá nos está preparando algo mejor. ¡No sé!».
En otra de las conversaciones intervenidas, Mouchouch y una mujer comentan un reportaje de televisión sobre un atentado en Siria y destacan que se «ha muerto un niño con 11 años de … Un mártir». Mouchouch afirma: «Yo me he quedado, yo me he quedado flipando, ¿sabes? Y digo ‘¿Qué hacemos nosotros aquí, chavales de 13 años ahí?’». Sobre el martirio de niños en Siria afirmaban que eran «los cachorros de la yihad».
En otra conversación, los mismos interlocutores comentan las dificultades que tienen de integrarse en su entorno por sus ideas radicales. Incluso ella comenta: «No sé; a mí se me va la cabeza, ¿sabes? Me cojo mis cosas y me tiro para Siria, tío, que le den por saco a todo el mundo». Prosigue: «Te llamaré y te diré que estoy en el aeropuerto», y él afirma: «Espera que voy con la maleta». «Anda , no lo harías… ¿Lo harías?», pregunta ella.
Los Mossos infiltraron a un agente cuando sospecharon de la existencia de una célula que podría estar enviando a personas al Estado Islámico. De hecho, se tiene constancia de que un familiar de uno de los sospechosos fue a Siria e Irak, vía Alemania, y que falleció combatiendo. A partir de los informes del infiltrado y de la declaración de un testigo protegido, que también formó parte de la presunta célula, los agentes afirman que los sospechosos se autodenominaban Fraternidad Islámica, Grupo para la Predicación del Yihad,y que tendrían como emblema una espada y una metralleta. El presunto cabecilla sería un español converso que trabajaba de peluquero, Antonio S. M., que se dedicaría a la captación de miembros y a su adoctrinamiento, como hizo con el policía infiltrado, a partir de documentos y vídeos sobre la yihad. En este sentido, en la entrada y registro en su domicilio se encontró numerosa documentación, varias libretas con proclamas y libros. Entre otros temas, versaban sobre los atentados del 11-M.
En octubre, los Mossos detectaron que otras fuerzas de seguridad, principalmente la Policía, seguían a los sospechosos, por lo que altos mandos de ambos cuerpos acordaron que los agentes autonómicos se hicieran cargo del caso, ya que estaban siendo tutelados por la Audiencia. Un informe detalla que dos inspectores de la Policía avisaron a unos conversos de que se seguía a la célula –aunque el juez archivó esta denuncia–, por lo que los sospechosos extremaron la vigilancia e incluso tres de ellos partieron hacia Siria, aunque fueron interceptados.
Tras unos meses inactivo, el presunto cabecilla del grupo radicalizó su mensaje a principios de año, tal y como indican el policía infiltrado y el testigo protegido: habló de buscar objetivos como el Parlament, una comisaría de los Mossos –en los registros se encontraron fotos de ambos lugares–, varios hoteles y centros comerciales. Yacoub quería atacar a «peces gordos», mientras que otro miembro pretendía llegar con una furgoneta llena de armas al Parlament y disparar. También hablaron de secuestrar a una directora de una entidad bancaria para lograr financiación o vestir a un rehén con un mono naranja y filmar su ejecución.
Los agentes creen que Diego F. A. ayudó a la célula para conseguir armas y explosivos. Este acusado, defendido por el abogado Javier Berzosa, dijo que sólo conocía a Antonio S. M. de cuando le cortaba el pelo y que nunca colaboró con el grupo. También negó haber pertenecido a grupos de extrema derecha, como indica la policía, y explicó que tiene permiso para usar la escopeta hallada en su casa, en cuyo registro se encontró además una granada de mano que, asegura, está «inutilizada».
EL MUNDO – 09/06/15