Tonia Etxarri-El Correo
Si Sánchez ve factible su investidura, pese a las exigencias de máximos de Puigdemont, con amnistía previa, relator y referéndum al que no renuncia, quiere decir que nada le va a frenar en su carrera a la Moncloa sin haber ganado las elecciones. ¿Sin límites?
La preocupación entre algunos ‘versos sueltos’ socialistas va creciendo. Dejan sus alarmas a través de artículos y entrevistas, en un esfuerzo baldío por intentar que Pedro Sánchez eche el freno. Felipe González, ahora Ramón Jáuregui o el propio exministro Jordi Sevilla que ha bajado al lodazal de las redes sociales para hacer pedagogía. A los secesionistas, dice, se les condenó «no por poner las urnas sino por cometer delitos concretos para vulnerar la ley poniendo las urnas». Que no es lo mismo. Da igual. Se está instalando una narcosis colectiva en lo que fue la izquierda constitucionalista, la «ignorancia voluntaria» a la que hace alusión Nicolás Redondo, de tal dimensión que han dejado la portería vacía para que puedan entrar los goles de los secesionistas a discreción. Se trata de aparentar desde la Moncloa. Y se tergiversan los conceptos mientras se retuerce la Constitución. Nadie como ellos, que pactan con quienes quieren romper la convivencia constitucional, defienden la Carta Magna. En fin.
Primer gol. Se trata de proceder, con el «alivio» de la amnistía, al borrado de los delitos juzgados y condenados a los secesionistas catalanes. ¿El ‘procés’? ¿Qué ‘procés’? Hicieron lo correcto. Eso quieren que reconozca el mismo Pedro Sánchez que, años atrás, llegó a decir que los que ahora le aprietan habían cometido «un delito de rebelión». Quieren una rectificación del Estado y que Sánchez admita que actuaron contra un régimen represor. Como si estuviéramos en el 77. Si hicieron lo correcto podrían volver a hacerlo en cualquier momento. ¿No?
Más goles. Quienes dicen que en la Constitución se reconoce la existencia de «naciones» y «regiones». ¿Se la han leído? Una cosa es que en el País Vasco y Cataluña los gobernantes actúen como si fueran una nación por derecho propio y otra muy distinta que la Constitución así lo establezca. El término «nación» se reserva única y exclusivamente a la nación española. Y «nacionalidad» para definir a las comunidades autónomas. ¿Que lo quieren cambiar? Que busquen consensos para hacerlo. Esa diferencia mantuvo a los padres de la Constitución enredados en un intenso debate en el que Miquel Roca se empeñó a fondo. Sólo por mantener la fidelidad a nuestra propia historia deberían ser algo más rigurosos y no intentar confundir a todos y a todas horas.
Quedan tan sólo cuatro días para el 11 de setiembre. La Diada. Seguirá la escalada de exaltación independentista en ese pulso que mantienen Puigdemont y Junqueras tirando de un Sánchez extremadamente débil y queriendo ver sometido al Estado de Derecho. Feijóo pide un pacto entre constitucionalistas como solución para evitar volver a ir a las urnas. Pero es la derecha la que da miedo. Palabra de Bolaños.