Ramón Rubial no lo podrá ver. Tampoco Mario Onaindía. Pero el nuevo equipo de Gobierno representará la síntesis del esfuerzo de muchos constitucionalistas, que han dejado la vida en muchos casos, por lograr una Euskadi de consenso, en libertad, con los mismos derechos para todos. Patxi López ha llegado hasta aquí porque antes otros marcaron el rumbo.
El Gobierno que va a presidir Patxi López no proviene de la nada. El cambio de color del nuevo Ejecutivo vasco no se debe exclusivamente a una matemática electoral. Ha habido mucho trabajo de campo, en los últimos treinta años, para que un socialista pueda llegar a presidir el gobierno de Ajuria Enea. Ramón Rubial ya no lo podrá ver. Tampoco Mario Onaindía. Pero el nuevo equipo que deberá dirigir la comunidad autónoma vasca representará la síntesis del esfuerzo de muchos constitucionalistas, que han dejado la vida en muchos casos, la piel y la carrera, por lograr una Euskadi de consenso en la que sus ciudadanos tengan los mismos derechos y puedan vivir en libertad.
Ni Patxi López, hijo del sindicalista ‘Lalo’, ni Isabel Celáa, que recogerá el testigo del asesinado Fernando Buesa cuando gobernaba con el PNV de José Antonio Ardanza, ni el nuevo PP vasco de Antonio Basagoiti, que ha intentado seguir una vía distinta para llegar al mismo lugar de la alternativa al que se dirigió hace años Mayor Oreja, son unos recién llegados. Son de aquí. Están aquí porque ya estaban aquí.
Mientras gobernaba el PNV y mientras ETA iba matando a sus representantes políticos en sus campañas de limpieza ideológica, ellos iban curtiéndose la piel a fuerza de resistencia. Se trata de ciudadanos vascos que, sin complejos, y a pesar de que el partido de Rosa Díez les ha puesto una incomprensible zancadilla de última hora en el Parlamento vasco, están decididos a dar la palabra a esa mitad de la población que ha permanecido olvidada durante tantos años y aún así, dicen que van a gobernar para todos.
Se trata de una partitura difícil de interpretar pero la pluralidad política de la sociedad vasca les empuja a aplicar una política inteligente y abierta, sin revanchas pero con principios democráticos. Con las ideas claras sobre el respeto a la legalidad -y, por eso, se han tenido que quedar al otro lado de las instituciones parlamentarias los representantes de Batasuna que en ocasiones anteriores hicieron posible la investidura de Ibarretxe como lehendakari- y con la conciencia de que si se hubieran dejado llevar por la idea timorata de que ETA era invencible y de que Euskadi es un país de propiedad privada del PNV, no se habría avanzado ni una milla.
Patxi López ha llegado hasta este lugar porque otros, antes, marcaron el rumbo. Es cierto que, como acuña la historia, quienes desembarcaron en Normandía no entraron en París. Y en la primera deriva de la singladura se quedaron tantos como los citados, además de Ramón Jáuregui, el mismo Nicolás Redondo, o ahora Santiago Abascal, tan identificado con María San Gil. A Abascal una ubicación desfavorecida en las listas electorales del pasado 1 de marzo le ha dejado en las puertas del Parlamento vasco para seguir resistiendo los ataques terroristas de quienes siempre le amenazaron y atacaron, tanto a él como a su familia.
El PNV no está siendo hábil en sus críticas a los socialistas al descalificarlos diciendo que son rehenes del PP. Ibarretxe tuvo que depender de los votos de Batasuna para poder lograr la mayoría necesaria y entonces sí, como recuerdan tanto socialistas como populares, Euskadi tuvo un «lehendakari en la sombra» que no era otro que Arnaldo Otegi. Lo más espectacular está ya hecho: la firma del pacto entre el PSE y el PP. Pero falta lo más difícil: gobernar cada día, en minoría con los nacionalistas a la contra.
Cuentan los socialistas que los 38 votos -los 25 suyos más los 13 del Partido Popular- están asegurados en la rutina parlamentaria y que, para casos de bajas concretas, está prevista la delegación de voto. El equipo de Patxi López está hasta la cabeza de trabajo en el diseño del nuevo equipo. Les parece una barbaridad que una presidencia tenga veinticinco directores generales, por ejemplo. O un abuso que se mantenga a especuladores de la paz en observatorios vitalicios. En época de recesión económica vendrán los recortes en un Gobierno austero y paritario pero «marcadamente potente».
Iñaki Oyarzábal y Rodolfo Ares seguirán estos días uniendo los flecos que faltan para que comience la legislatura. Al dirigente socialista le están empezando a llegar muchos mensajes de los sindicatos de la Ertzaintza porque su nombre como futuro consejero de Interior va cogiendo cada vez más peso. El ministro Rubalcaba espera cauteloso que al final la quiniela del nuevo Gobierno vasco tenga en una cartera tan difícil como importante a un hombre de su entera confianza.
En EITB se están encontrando con sorpresas agradables dentro del ente porque han detectado a profesionales con muchas ganas de colaborar con el cambio. Todavía no tienen pactado el nombre de quién van a proponer para que se haga cargo de la Dirección General de la radiotelevisión pública vasca pero todos coinciden en que deberá ser una persona «de mucho nivel, con mucho tacto y con capacidad de decisión».
Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/4/2009