Los herederos de Rubalcaba

EL CORREO 11/03/13
TONIA ETXARRI

El partido de la sucesión está agitando las aguas también en el entorno de Patxi López

En plena crisis de credibilidad del bipartidismo, Rubalcaba, empeñado en enviar un mensaje con tintes renovadores a su electorado, sigue sorteando los obstáculos que aparecen en sus propias filas, a base de permanecer en el escenario sin retirarse ni en el intermedio. Cree que no se puede permitir ni un minuto de relajo porque, en el fondo, está persuadido de que sólo él es capaz de garantizar la alternativa de poder al Gobierno del PP y la unidad interna de los socialistas. Pero la tormenta desencadenada en la familia socialista catalana y la polémica moción de censura de Ponferrada han erosionado su liderazgo. De la misma forma que no fue capaz de aglutinar el voto del PSC en el Congreso de los Diputados sobre la propuesta nacionalista en torno al derecho de autodeterminación, no ha conseguido imponerse en la crisis de Ponferrada.

Su nuevo alcalde, Samuel Folgueral, ha preferido dejar el partido antes que la Alcaldía. Antes muerto que sencillo. Justo lo contrario de lo que esperaba Rubalcaba, que se atrevió a apostar, ante las cámaras de televisión, al aventurar que su compañero de partido optaría por renunciar a la Alcaldía antes que ejercer su cargo gracias al apoyo del exregidor, condenado por acoso sexual. A medida que los socialistas van dejando en evidencia la capacidad de control de Rubalcaba dentro de su propio partido, el banquillo de los herederos se va llenando. Los problemas se les acumulan en casa y no quieren dejar pasar la oportunidad de enseñar su tarjeta de visita. Ya no es sólo Carmen Chacón. O Patxi López. La lista de los posibles herederos va siendo tan elástica que, lo que empieza a vislumbrarse detrás de Rubalcaba, más bien parece un casting.

Porque el partido de la sucesión se juega en varios campos. En Madrid, junto a Carmen Chacón, que no pierde de vista al presidente andaluz José Antonio Griñán, sigue Tomás Gómez, el propio televisivo Juan Antonio Carmona y, en el último tiempo, ha entrado en juego el nombre de Pedro Sánchez Castejón, que ha desbancado de la alienación de los titulares al propio Eduardo Madina.

En Euskadi, la semana pasada, un impaciente Mikel Torres, el eterno delfín candidato a la sucesión de Patxi López, se lanzó sin red para decir que veía al exlehendakari haciendo carrera en Madrid. Una apuesta que fue inmediatamente cortada en seco por el desmentido del portavoz parlamentario, José Antonio Pastor, que, además de Iñaki Arriola, no descarta postularse como sucesor de López cuando éste decida desarrollar su actividad política fuera de Euskadi. Una posibilidad que, de momento, no aparece en la agenda del exlehendakari, consciente de que, tal como están las cosas en su partido, podría tener un despacho en Ferraz cuando quiera; pero no un espacio político.

El iceberg de la batalla por la sucesión de Rubalcaba va asomando su extremo con un impulso creciente. El necesitaría que las aguas se calmasen para tomar una decisión después de las elecciones europeas. Pero los acontecimientos le están desbordando y puede que el proceso acabe acortando los plazos.

De la vidriosa operación de recambio de poder municipal en Ponferrada ha salido ciertamente perjudicado. La moción de censura del PSOE contra el alcalde del PP, ganada con el voto de un exregidor condenado por acoso sexual, llevó a los dos partidos a enzarzarse en un debate muy poco edificante. Pero, de esta maniobra sin prejuicios, el PSOE, el partido que tiene a gala presentarse como el defensor de los derechos de la mujer, ha vuelto a quedar en evidencia con sus contradicciones. Por culpa de sus intereses. La protesta de Carmen Chacón hizo rectificar a Rubalcaba que, en su aparición televisiva en la noche del sábado, no paraba de dar sorbitos a un gran vaso de agua. El, en si mismo, parecía ofrecer la imagen metafórica de un dirigente que ya no podía «tragar» más. Miró a las cámaras fijamente para decir que no iba a haber, ni en Ponferrada ni en ningún sitio, un dirigente socialista que lo sea con el voto de una persona condenada por acoso sexual. Y el público de ese plató televisivo, que suele aplaudir el vuelo de una mosca, permaneció impasible, inexpresivo. Silencio. Indiferencia o incredulidad.

El caso es que sí. Hay un caso de un dirigente socialista que ha preferido despojarse del carné del partido antes que del poder. En toda la frente a Rubalcaba, de quien se dice que ha perdido olfato político. Lo expresan en su propio partido. Pero Rubalcaba, además, ha ido perdiendo confianza en quienes le rodean. Hasta el extremo de considerarse la única pieza de salvación de la familia. Se encuentra ante una encrucijada. Si se mueve su tablero, podría aparecer el fantasma de la escisión. Pero el líder de la oposición está entrando en un peligroso círculo vicioso. El de la inseguridad sobre la capacidad de liderazgo de quienes componen la dirección de su partido. Ante la falta de confianza en la dirección colegiada de la familia socialista, opta por la cerrazón en torno a un equipo cada vez más reducido. Si la explicación que se le ocurrió, para justificar el error de Ponferrada, fue que las cosas se hicieron mal «por no estar encima», habrá que concluir que Rubalcaba tiene un problema. Y no es, precisamente, el Partido Popular.