FERNANDO SAVATER, EL CORREO 24/03/13
· A Mintegi no le ha traicionado el subconsciente ni se le ha ido la lengua en un arrebato, sino que ha puesto letra a la música que venimos oyendo en los ‘nuevos tiempos’.
Para una vez que Laura Mintegi dice algo que me parece verdad –triste verdad, pero verdad al fin y al cabo– todo el mundo parece de acuerdo en considerarlo intolerable. Ha dicho que el asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díaz tuvo una motivación política y es cosa que me parece muy cierta. Y que como otros asesinatos políticos podría haberse evitado y también lo tengo por cosa indudable. Lo malo es que ella lo dice como una especie de justificación histórica del crimen, cuya culpa se reparte entre quienes lo cometieron y los que no atendieron los motivos políticos que les llevaron a esa atrocidad. Y ahí, efectivamente, es donde está lo intolerable de sus palabras: su inaguantable verdad, que sin embargo se abre paso día a día en la corrupta política vasca y no solo vasca.
Por supuesto, los asesinos siempre matan para conseguir algo: unos matan por amor, es decir para castigar a quienes no les aman como ellos pretenden, otros matan por fe religiosa, es decir para castigar a los infieles, otros matan por codicia, o sea para castigar a quienes no les dan lo que ellos ambicionan… y los hay que matan por política. O sea, para castigar a quienes no ceden a sus pretensiones políticas y para obligar a los demás a pensárselo bien antes de negarse a ellas si no quieren seguir la misma suerte. Porque en efecto esos crímenes son evitables, basta con acatar los dictados políticos de los terroristas, o con someterse al despotismo amoroso del violador o con asumir la fe del fanático, etc… Desde el punto de vista penal, sin embargo, ninguno de estos motivos califica a los criminales convictos en cuanto a su delito ni los hace menos culpables o más ‘respetables’: no se convierten en presos eróticos o presos religiosos, ni desde luego en presos políticos. Es más, en democracia la motivación política no es un eximente sino un agravante de los atentados y extorsiones, porque estas fechorías no sólo agreden a personas sino al orden democrático mismo y por tanto a los derechos y garantías de todos los ciudadanos. Como bien dijo Albert Camus, «en política son los medios los que justifican el fin». Y desde luego los que también lo descalifican como indeseable, si esos medios son abiertamente criminales y mafiosos.
Y ahí está precisamente el meollo del asunto y la equivocación de los partidos democráticos en mostrarse dignamente ofendidos por las palabras de la señora Mintegi en lugar de aprovecharlas para poner en claro el tipo de política que ella representa. Una política que no acepta la legalidad democrática más que en apariencia, pero en realidad la considera como un campo de batalla entre quienes están dispuestos a todo para abrirse paso en una sociedad que no les respalda tanto como ellos quisieran y las ‘violencias’ de los Estados español y francés, tan ilegítimas como las de los propios terroristas. A Mintegi no le ha traicionado el subconsciente ni se le ha ido la lengua en un arrebato, sino que ha puesto letra a la música que venimos oyendo en los ‘nuevos tiempos’, el olvido intencionado de que las ideas independentistas o de cualquier otro tipo se han podido defender en nuestra democracia por vía parlamentaria, aunque ello no implicara que todo el mundo debía darlas por buenas. Y la confusión no menos intencional entre el policía que abusa ilegalmente de su autoridad, malbaratando la confianza social depositada en él, y el terrorista cuya misión es precisamente amedrentar para que no se confíe en las leyes ni en las instituciones. La construcción de una ‘memoria’ de lo sucedido en la que todo el mundo tenga culpas es la forma de que la democracia se convierta en culpable tanto como quienes han querido forzarla. Como dice un aforismo de Miguel Catalán (en ‘La nada griega’, ed. Sequitur): «Mal de muchos, consuelo de malos».
En el juego político hay indeseables, aunque la legalidad actual les ampare y encuentren votantes que les apoyan. Y no deja de sorprender lo poco que cuentan los principios para los principales partidos cuando les tienta la rebatiña electoral y el oportunismo. En Ponferrada ha causado escándalo que los socialistas se hayan apoyado en un condenado por acoso sexual para arrebatar la alcaldía a los populares. Pero mucho más graves son los delitos pasados cometidos o no repudiados por miembros de Bildu y sin embargo los socialistas se entienden con ellos en ayuntamientos y diputaciones como si nada. Los medios de comunicación han revelado que Emilio Hellín, el ultraderechista que asesinó vilmente a Yolanda González, tras pasar catorce años de cárcel asesora a fuerzas de seguridad: ¿debemos escandalizarnos por ello o habrá que decir que eran otros tiempos, que había un conflicto político y que las víctimas no deben ser vengativas? ¿Acaso hay delitos indelebles que inhabilitan para el juego institucional democrático y otros en cambio que pueden ser pasados por alto –aunque nadie se arrepienta de ellos y se siga amenazando sibilinamente con volver a las andadas si no hay amnistía para los criminales– cuando conviene a ventajistas del corto plazo? Ya es hora de hablar claro, como ha hecho para alarma de tantos y de tontos Laura Mintegi.
FERNANDO SAVATER, EL CORREO 24/03/13