El Parlament catalán vivió ayer un ataque inédito, el primer intento de ‘secuestro’ que sufre en más de 30 años desde la instauración de la democracia. El sitio sobre la Cámara autonómica lo protagonizó un grupo de unos 2.000 indignados, cuyo objetivo era impedir que los parlamentarios entraran en la sede legislativa y celebrasen el debate sobre los Presupuestos de Cataluña para 2012.
No lograron su objetivo porque el pleno arrancó casi a la hora prevista, pero dejaron imágenes que retrotrajeron a los años en los que la democracia estaba aún en pañales. «Día triste y penoso», «se han traspasado todas las líneas rojas» fueron algunos de los calificativos que se escucharon contra unos actos de violencia rechazados por todas las fuerzas políticas. A la entrada, algunos diputados fueron zarandeados, insultados, increpados, amenazados y hasta pintados con sprays, pese a que el parque de la Ciudadela de Barcelona, donde está el Parlament, se hallaba vigilado por la Policía.
Y es que el traslado de la indignación de la plaza de Cataluña al entorno de la Cámara, donde los jóvenes del Movimiento 15M pasaron la noche del martes para preparar la movilización, acabó con 45 heridos, seis detenidos, cargas policiales y un hecho sin precedentes: el presidente de la Generalitat y la presidenta del Parlament usando un helicóptero para llegar hasta la sede autonómica.
También la vicepresidenta, otros cinco consejeros del Govern, incluido el de Interior, Felip Puig, blanco de la ira de los exaltados, el líder de la oposición, el socialista Joaquim Nadal, y el presidente de ERC, Joan Puigcercós, además de otra veintena de diputados, tuvieron que trasladarse por aire, ya que varios ‘okupas’, antisistema, anarcosindicalistas y ‘red skins’ armados con botellas, cascos de moto y extintores convirtieron el entorno del parque en una batalla campal.
La decisión de viajar por vía aérea la tomaron tras ver que la comitiva de coches oficiales que se dirigía al Parlament fue interceptada por un grupo de indignados que zarandeó algún vehículo e intentó abrir las puertas. El convoy reculó y se optó por hacer hasta ocho viajes en helicóptero. Se llevaron un buen susto, pero nada comparable con el que soportaron los diputados y trabajadores que se desplazaron a pie. Era primera hora de la mañana y había un cordón policial. Aun así, tuvieron que soportar insultos, escupitajos, una lluvia de agua y cerveza, pintura, piedras, vuelo de botellas y empujones.
Los más afectados fueron dos exaltos cargos de Interior. A la socialista Montserrat Tura y a Joan Boada, de Iniciativa per Catalunya, les marcaron con una equis pintada con sprays. A Boada, en la cabeza y a Tura, en la espalda. La exconsejera comparó la acción con la que practicaban los nazis. El exministro Celestino Corbacho recibió el impacto de una piedra. A un representante de CiU le robaron uno de sus dos maletines.
«¿A que os damos miedo?»
Sin embargo, uno de los episodios más lamentables ocurrió cuando varios indignados identificaron a Josep Maria Llop -diputado invidente de CiU- y al portavoz parlamentario de ese mismo partido, Jordi Turull. Entre empujones y amenazas como «os mataremos» y «¿a que os damos miedo?», los manifestantes acorralaron a los dos políticos en un portal, donde Turull, viendo los apuros de su compañero invidente, se encaró con los agresores: «¿No se os cae la cara de vergüenza por lo que estáis haciendo?», les preguntó. «Es ciego, pero también es un diputado. Y de Convergencia», le contestó un indignado, mientras otro intentó arrebatarle a Llop el perro guía, por lo que el parlamentario invidente reaccionó vehementemente agarrando con fuerza la correa del animal para que no se lo quitaran.
Mientras, otros 40 diputados llegaron al Parlament en las furgonetas de los Mossos d’Esquadra, después de verse acorralados y perseguidos por los exaltados, hasta el extremo de tener que refugiarse en una comisaría cercana.
De los 2.000 concentrados, quienes utilizaron la violencia fueron una minoría, censurada, además, por voces que pedían una protesta pacífica. De hecho, la plataforma Democracia Real Ya rechazó «tajantemente» los hechos. A última hora de la tarde, una fracción de los manifestantes se dirigió hasta la sede de la Generalitat para celebrar una sentada, mientras algunos de los que se quedaron frente al Parlament les tildaban de «traidores». Más tarde, decidieron regresar hasta el parque de la Ciudadela cortando el tráfico a su paso.
Poco después de las nueve de la noche, una vez que la sesión parlamentaria terminó, los diputados pudieron salir a pie o en los coches oficiales del hemiciclo. Artur Mas, quien recibió una llamada del presidente Zapatero para expresarle su apoyo, había advertido que podría «hacer uso legítimo de la fuerza» en caso de que se reprodujeran los disturbios. Aunque algunos manifestantes abuchearon a los políticos, la mayoría de concentrados les conminó a guardar silencio.
EL CORREO, 16/6/11