TONIA ETXARRI-EL CORREO

No habrá apaciguamiento hasta que los independentistas catalanes no consigan romper con el resto de España. Pedro Sánchez les ha regalado los indultos a los condenados por sedición y malversación y éstos, lejos de agradecérselo, y levantando acta de la debilidad del presidente del Gobierno, han empezado a marcar sus pasos: la amnistía, reforma del Código Penal, el referéndum de autodeterminación. Que no se puede, enfatiza Carmen Calvo. Que la amnistía no es posible en ninguna democracia. Ya se podrá. De lo contrario, lo volverán a hacer. Son lentejas. Rajoy les dijo lo mismo. Soraya Sáenz de Santamaría dialogó con Junqueras y al llegar a los límites que marca la ley, les montaron la declaración unilateral de independencia.

Sánchez ha recorrido ya mucho trecho por la senda independentista sin explicar a la ciudadanía los motivos de esa concesión. Más allá de eslóganes sentimentales y frases de titular. Les ha dado la razón a los condenados otorgándoles un rango de presos políticos. Tanto que el Consejo General del Poder Judicial ayer tuvo que recordar que los indultados no fueron condenados por sus ideas políticas sino por haber cometido graves delitos. El Gobierno ha enmendado la plana a la sentencia del Tribunal Supremo. Pero no es suficiente. Los indultos son el comienzo de un tortuoso sendero para el Estado constitucional. La insaciabilidad de los independentistas traspasa la ley. Ayer en el Congreso, un Pedro Sánchez, tan agrio con la oposición y tan dócil con los independentistas, pedía que estos cumplieran con la Constitución. Un deseo que sonaba extemporáneo y alejado de la realidad. Los indultos son una victoria para ellos y una derrota para el Estado. Que el Gobierno haya dejado sin efecto la sentencia del Poder Judicial les ha envalentonado. Y ‘ho tornarem a fer’ y ganarán. Esa fue la cantinela de los presos reconvertidos ayer en verbeneros de San Juan. Bonito panorama, Sánchez.

Cuando Carme Forcadell, ex presidenta del Parlamento de Cataluña se desvinculó por escrito, en el 2019, de cualquier responsabilidad en el ‘procés’ , lo hizo porque vio la fortaleza de un Estado democrático implacable en la persecución del delito. Ahora, con Pedro Sánchez, las tornas han cambiado. Desde Moncloa se exige a la Justicia que vele por la «utilidad política» del delincuente. Como si los condenados por sedición y malversación (¿existe mayor delito de corrupción que el del manejo de los fondos públicos?) fueran los representantes de «miles de ciudadanos» más, como los califica Sánchez. Como si fueran presos de opinión. Como si este país fuera Venezuela. O Turquía, como se atrevió a decir Puigdemont y ahora ha repetido el Consejo de Europa. Las tornas han cambiado tanto que si anteayer Sánchez equiparaba el cumplimiento de la sentencia judicial con la venganza, ayer un alterado ministro Iceta situaba a quienes se niegan a remover los pilares de la Constitución como los no dialogantes. Tal como están las cosas no sólo los indultados no se han arrepentido de nada sino que los que se oponen a estos indultos son los que van a tener que pedir perdón. Al tiempo.