El camino de las incongruencias en los partidos políticos es, pues, tan largo y sinuoso que no hay quien se salve de tropezar con el mismo defecto. Urkullu ahora se rasga las vestiduras porque ve al PP vasco dispuesto a hacer encaje de bolillos con tal de quitarle la fuerza negociadora que ha tenido hasta ahora en el Congreso de los Diputados. Una pieza fundamental en la que el PNV hace pivotar toda su estrategia de desestabilización del Ejecutivo de Ajuria Enea.
Desde que Patxi López resultó elegido lehendakari por el Parlamento vasco, apoyado por el PP, el PNV no ha encontrado un momento de sosiego en su intento de romper la coalición del nuevo gobierno. Una alianza por cuya vigencia nadie de la familia nacionalista apostaba a medio plazo pero que, con el paso del tiempo, se ha ido afianzando a pesar de las sombras que eclipsan algunos de los avances del Ejecutivo de Ajuria Enea, especialmente en la lucha contra el terrorismo y en la legitimación constitucional.
En el País Vasco hemos visto alianzas del perfil más variado. Pactos con quienes se había renegado en un principio (como el de Arzalluz con Aznar sin ir más lejos) o los del PNV con el entorno de Batasuna (para lograr la presidencia de Ibarretxe en su primera legislatura). Desde que los nacionalistas impusieron su veto en la negociación del traspaso de políticas activas de empleo, negociado con el presidente Zapatero como moneda de cambio de su apoyo a los Presupuestos Generales, tanto los socialistas vascos como los populares de Basagoiti han intentado romper ese obstáculo que, aparte de bloquear la negociación del traspaso de tan importante transferencia, ha triplicado la importancia del PNV en el Congreso de los Diputados en relación con su fuerza real en las urnas.
El lehendakari Patxi López no ha disimulado la incomodidad que le supuso en su día el ‘puenteo’ realizado por el PNV con sus compañeros socialistas en la Cámara baja. Pero al Partido Popular del País Vasco le ha provocado una intención de mover pieza en el tablero para que las relaciones entre los partidos no sean unidireccionales y, al menos los tres mayoritarios, entren en un intercambio de alianzas que podría llegar a ser beneficiosa para el electorado al que representan. Se equivocaría, sin embargo, Basagoiti si, para intentar limitar el peso del PNV en el Congreso, pide a su partido que permita apoyar los Presupuestos del presidente Zapatero.
Y en ese sentido se entiende que el líder del PNV haya aprovechado la penúltima puesta en escena del presidente de los populares vascos para mostrarse escandalizado en su envite mediático. Si se trata de que las minorías nacionalistas no sean desproporcionadamente decisivas en relación a su fuerza electoral, Basagoiti tendría que reclamar, en todo caso, que se cambie la ley electoral. Porque la petición a Rajoy de que favorezca la aprobación de los Presupuestos Generales implicaría una anulación del PP como principal partido de la oposición. Ese fue, precisamente, el principal reproche que recibió el PNV en los debates parlamentarios sobre la crisis económica, a quien se le cuestionaba la legitimidad para criticar las medidas del gobierno socialista después de haber consentido la aprobación de una Cuentas desfasadas. O después de haber dado su aprobación a la subida del IVA, como recordaba ayer la portavoz del PP, Laura Garrido.
El camino de las incongruencias en los partidos políticos es, pues, tan largo y sinuoso que no hay quien se salve de tropezar con el mismo defecto. Urkullu ahora se rasga las vestiduras porque ve al PP vasco dispuesto a hacer encaje de bolillos con tal de quitarle la fuerza negociadora que ha tenido hasta ahora en el Congreso de los Diputados. Una pieza fundamental en la que el PNV hace pivotar toda su estrategia de desestabilización del Ejecutivo de Ajuria Enea. De ahí que se haga el ofendido ante las propuestas de Basagoiti. Pero el jeltzale no debería olvidar que, independientemente de que el dirigente popular haya formulado algunas iniciativas consideradas improcedentes, sigue siendo el presidente del PP en Euskadi. Y al PNV le va a resultar más difícil ‘puentear’, en este caso, a los interlocutores vascos con los líderes en Madrid.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 11/8/2010