IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El núcleo de Bildu, su motor estratégico, es un partido formado no ya por los herederos de ETA sino por sus últimos miembros

Hombre, hombre, al fin un político socialista ha descubierto que Bildu es «un lobo con piel de cordero». Enhorabuena a Eneko Andueza, un hombre de apariencia sensata que da un poco de lástima porque cada vez que alguien de la sanchosfera dice algo razonable acaba tragándose sus palabras. Claro que la revelación tiene cierta trampa: se trata de un candidato en campaña. Aun así, resulta saludable que alguien de su partido recuerde la verdadera naturaleza bildutarra después de tanto piropo de sus compañeros –¿verdad, ministro Puente?– a la presunta reconversión de los ex terroristas a una especie de variante amistosa de la socialdemocracia. Cuando una persona tiene razón hay que dársela. Aun así quizá debería andarse con cuidado, don Eneko, no vaya a pasarse de frenada y empiecen los suyos a etiquetarlo de facha, como a Cebrián, Savater, Elorza, González, Guerra, Redondo y demás estirpe veterotestamentaria.

Vamos con lobitos buenos, que decía el poema de Goytisolo, maltratados por los corderos. Bildu no es, como pretenden sus dirigentes y como viene sosteniendo el Gobierno, una simple formación independentista de izquierda radical con un discurso parecido al de Podemos. Es cierto que en su nomenclatura hay personas, como el candidato Ochandiano o el diputado Matute, sin sombra de pasado violento; incluso quienes, como Jon Iñárritu, han condenado el terrorismo sin ambigüedades ni rodeos. Pero la fuerza motriz de la coalición, su tractor político, su núcleo estratégico, es Sortu, un partido compuesto no ya por los testaferros de ETA sino por sus últimos miembros. Otegi aparte, los Pla, Aizpurua, Beloki, etcétera, son los herederos que representan la continuidad política de ese proyecto. Los que se niegan a hacer el tránsito democrático –entre otras cosas porque nadie les ha obligado a ello para integrarse en el llamado ‘bloque de progreso’– y siguen homenajeando como héroes a los pistoleros. Y no tienen otro programa inmediato que la pronta excarcelación de sus presos.

De modo que sí, Andueza, EH Bildu es en esencia, Batasuna, o sea, ETA. Una ETA sin pistolas, por fortuna, pero con la misma idea de exclusión étnica. Y si no lo es del todo, la lleva dentro del caparazón como una almeja. Está bien que se recuerde esto cuando buena parte de la juventud vasca está dispuesta a votar esas siglas blanqueadas por el sanchismo a su propia conveniencia. Las elecciones son tiempo de disfraces, y los post-etarras han escogido el de ovejas candorosas y benévolas que prometen subsidios sociales, sanidad y vivienda. La memoria de la mayor agresión al Estado de la historia moderna, un holocausto con más ochocientos asesinados, miles de heridos y cientos de miles de exiliados, está disuelta. Y el propio candidato que ahora la invoca –como el del PNV, que se ha olvidado de Estella– quizá tenga que volver a esconderla si Sánchez se lo ordena.