Cristian Campos-El Español 

Se ha equivocado el Gobierno al señalar un objetivo tan concreto para la Cumbre de Madrid como la inclusión de Ceuta y Melilla bajo el paraguas de la Alianza porque nada que no sea un compromiso de los países miembros igual de concreto generará la percepción de que ese objetivo se ha cumplido.

El ejemplo contrario es el del Gobierno americano, que obtuvo ayer de España una concesión de una concreción casi cuántica. Ampliar en dos los destructores americanos de la base de Rota. Es la fuerza del pragmatismo de lo posible (y de la negociación bilateral) frente al idealismo de lo irrealizable (y de la negociación multilateral).

[Joe Biden comunica a Pedro Sánchez el envío de dos nuevos destructores a la base naval de Rota]

Y quizá por eso el diario El País publicó este lunes la noticia falsa de que la OTAN «extenderá su protección» a Ceuta y Melilla: para empezar a ganar la Champions del relato antes incluso de que el árbitro pite el inicio del partido.

En realidad, lo que hará la Alianza será reiterar algo ya sabido. Que la OTAN se compromete en el artículo 6 de su Tratado fundacional a responder en caso de ataque «contra el territorio de cualquiera de las partes EN EUROPA O EN AMÉRICA DEL NORTE».

Y Ceuta y Melilla son África, no Europa.

Si el diario El País se pasó de frenada en su esfuerzo por complacer al Gobierno o si fue intoxicado con una filtración de Moncloa más voluntarista que realista es, en realidad, lo de menos y tema para otro artículo.

¿Por qué se suele considerar entonces que las islas Canarias sí quedan protegidas bajo el paraguas de la OTAN? Porque ese mismo artículo 6 del Tratado de Washington especifica que quedan amparadas «las islas bajo jurisdicción de cualquiera de las partes en la región del Atlántico Norte al norte del Trópico de Cáncer».

Y eso es Canarias. Pero no Ceuta y Melilla, que están al norte del Trópico de Cáncer, pero que, obviamente, no son islas.

El Gobierno saldrá así de esta Cumbre con el orgullo del anfitrión (un orgullo que habría sido elegante compartir con el PP, el partido que consiguió esta cita para España entre 2015 y 2018), pero sin poder esgrimir en su favor más que alguna declaración genérica y lo suficientemente ambigua como para amparar una cosa y su contraria.

Como la promesa hecha pública ayer de que los EEUU promoverán junto con España «una migración segura, ordenada y regular». Algo que interesa a Ceuta y Melilla, y que supone una pequeña garantía frente a Marruecos y Argelia, pero que no afecta en realidad al núcleo del estatus de ambas ciudades autónomas.

[Joe Biden promete a Pedro Sánchez luchar por una migración «ordenada y regular» en el norte de África]

Como no lo afectan todas las declaraciones bienintencionadas posibles de compromiso contra el terrorismo en el Sahel. Algo que se da por descontado dado que la afirmación contraria, la de que los EEUU y la OTAN se desentienden del terrorismo en el norte de África, es impensable. Y eso demuestra la superficialidad de dicho compromiso.

El terrorismo en el Sahel, además, no es tanto un riesgo militar, al menos por el momento, como una amenaza humanitaria y de seguridad interior por el tensionamiento de la convivencia y de los servicios sociales que generará en España y en los países que se vean obligados a acoger a los refugiados de esa zona.

La realidad, sin embargo, continuará siendo la misma que era hace una semana y la misma que era en agosto de 1949. La OTAN es un tratado que protege, esencialmente, los intereses americanos. Y también los de la UE. Pero sólo en aquello en lo que coincidan con los americanos, como ocurre ahora mismo con la invasión de Ucrania.

La idea, por tanto, de que EEUU pueda arriesgarse a perder el favor de un aliado esencial para sus intereses en Oriente Medio, como es Marruecos, para defender la españolidad de dos pequeños enclaves en el norte de África, por muy estratégicos que sean desde el punto de vista geopolítico, es puro wishful thinking.

Entre otras cosas, porque incluso con Ceuta y Melilla en manos marroquíes esos dos enclaves estratégicos continuarían siendo, en lo esencial, activos 100% americanos. Tanto como lo es hoy, por ejemplo, la antes mencionada base de Rota.

Y lo serían mientras Argelia continúe siendo un activo 100% ruso. De hecho, para los EEUU, y desde un punto de vista estrictamente realista, serían mucho más seguras una Ceuta y Melilla marroquíes que una Ceuta y Melilla españolas. Y eso porque el Gobierno de nuestro país, especialmente cuando descansa en manos socialistas, le ha demostrado ya en repetidas ocasiones a Washington que no es un aliado fiable.

El debate, en cualquier caso, es irrelevante. En primer lugar, porque Ceuta y Melilla no serán jamás invadidas militarmente por Marruecos. Si así fuera, sólo haría falta la presencia de un buque de la Armada en los puertos de Ceuta o de Melilla para activar la cláusula de protección de la OTAN que dice que esta responderá en caso de ataque «contra las fuerzas, buques o aeronaves de cualquiera de las partes (…) en el mar Mediterráneo, o en la región del Atlántico Norte, al norte del Trópico de Cáncer».

En segundo lugar, porque la estrategia de Marruecos a largo plazo es la de una política de hechos consumados. Ceuta y Melilla no caerán por la fuerza de las armas, sino por la de la inmigración ilegal y los asaltos a la valla. Y frente a eso, ningún país de la OTAN, incluidos aquellos que ahora se declaran dispuestos a defender «cada centímetro del territorio de la Alianza», moverá un solo dedo por ambas ciudades.

Ceuta y Melilla no serán en definitiva incluidas jamás de forma explícita en el Tratado de la Alianza y a lo más que podrá aspirar España, en el mejor de los casos, será a su mención en la declaración final de esta Cumbre. Algo que, por otra parte, es improbable que ocurra, al menos en los términos que desearía el Gobierno español.

La realidad, como me explica un analista geopolítico español, es que los distintos Gobiernos españoles no han puesto jamás demasiado empeño en corregir el estatus de Ceuta y Melilla desde aquellos tiempos en que a ambas ciudades les interesaba mantenerse al margen del paraguas de la OTAN porque también los barcos rusos repostaban en ellas. O esa era al menos la excusa esgrimida por el Gobierno español, quizá en parte como arma de presión contra EEUU: «La flota rusa reposta en Ceuta y Melilla PRECISAMENTE porque ambas ciudades están fuera del paraguas de la OTAN».

En el terreno militar, el Ejército español lo tiene incluso más claro que los analistas geopolíticos: Ceuta y Melilla son indefendibles frente a un ataque marroquí. A lo máximo que podría aspirar el Ejército es a una lucha urbana calle por calle que arrasaría la ciudad y que muy probablemente no serviría de nada dada la dificultad logística de mantener dicha resistencia en un enclave en territorio enemigo y desconectado de la península.

¿Qué ha ganado España permitiendo que EEUU añada dos destructores a los cuatro que ya tienen su base en Rota? Corregir de forma leve el desequilibrio diplomático que ha convertido a Marruecos, desde el famoso desprecio de José Luis Rodríguez Zapatero a la bandera americana, en un aliado mucho más interesante y fiable para los EEUU que la propia España. Y no lo corrige porque esos destructores vayan a ser utilizados en la defensa de Ceuta y Melilla (eso no ocurrirá jamás), sino porque demuestra que España ha perdido un poco del terreno perdido durante la última década con EEUU.

Es decir, esos dos destructores son disuasorios para Marruecos. Pero no en el terreno militar, sino en el diplomático. Algo, por cierto, que demuestra que nunca acierta más este Gobierno que cuando toma una decisión inaceptable para Podemos y sus socios parlamentarios.

¿Conseguirá España mantener bajo su soberanía Ceuta y Melilla? A largo plazo, es muy probable que no. Y será aún más improbable cuando en algún momento de la primera mitad de este siglo estalle el inevitable conflicto entre China y EEUU (que no tiene por qué ser un conflicto estrictamente militar) y el foco americano se centre casi al 100% en el Pacífico y relegue a Europa al estatus de preocupación de segundo orden.

Haría bien España, en fin, en pensar una estrategia de largo alcance para Ceuta y Melilla que no pase por la OTAN y sí por un Euroejército que no sea sólo el brazo armado de los intereses alemanes y franceses. Esa es la verdadera batalla realista que debería dar el Gobierno español.