Si Pedro Sánchez fuese un poco más ilustrado habría oído hablar de la novela del genial Rafael Azcona sobre la que García Sánchez hizo una película en 2011. ‘Los muertos no se tocan, nene’, se titulaba y era el broche de la trilogía cinematográfica que había comenzado a dirigir Marco Ferreri, con ‘El pisito’ y ‘El cochecito’. En tal caso nos habríamos ahorrado el penoso espectáculo de la exhumación de Franco el 24 de octubre de 2019 y hoy, tres años y medio después, de la de José Antonio Primo de Rivera, cuya tumba hacía compañía a la del dictador ante el altar de la basílica del Valle de los Caídos.

En realidad, el título de Azcona lo han hecho suyo los familiares de José Antonio, que han dispuesto su inhumación, es de esperar que definitiva, para impedir otro manoseo de sus restos por parte del régimen sanchista. Este será su quinto traslado después de que fuera enterrado en una fosa común del cementerio de Alicante, de donde fue trasladado  a un nicho del mismo recinto funerario. En noviembre de 1939 Franco ordenó su traslado al Escorial. Uno de los más caracterizados representantes de la izquierda que escribe, Eduardo Haro Tecglen, hombre de cambiante ideología siempre hacia la izquierda, conmemoró aquel traslado en su quinto aniversario (20/11/44) con un artículo épico en Informaciones titulado ‘Dies Irae’, en el que confesaba oír voces: “a nosotros nos  parecía oír la clara palabra de José Antonio elevarse de allí donde el  mármol vela su cuerpo”.

“Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy,  ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo  Franco. (…) Una alegría tenemos; la de ver que a José Antonio sucede un hombre tan  firme y sereno como el que lleva a España por los senderos que él marcó.»

Es preciso reconocer que sabía escribir, aunque fue, debió de ser, una muy mala persona. Solo así puede explicarse que se le suicidaran al menos la mitad de sus hijos, y tuvo seis. Era, además, un mentiroso contumaz. Ya muy cerca de su muerte sostuvo una polémica de la que salió muy mal parado con Esperanza Aguirre, a la que había  llamado ‘cristianofascista’ en la penúltima de El País. La respuesta de Aguirre fue monumental: “yo siempre he sido liberal, mientras este señor “en su juventud fue falangista y estuvo a favor del fascismo y del franquismo, y en su larga madurez fue defensor del estalinismo y del comunismo”. “Las afirmaciones de Esperanza Aguirre sobre mí son todas falsas”, escribió Haro en un intento fallido de enmendar su hemeroteca. Su vida política estaba entre el Dies Irae joseantoniano y el ‘Gracias, Stalin’, que publicó en el diario de Prisa el 2 de enero de 1999. Debió de pensar que sus argumentos cojeaban y en enero de 2005, nueve meses antes de su muerte, escribió: “Quién me hubiera dicho que los fascistas que me obligaban a escribir un artículo iban a ser los que, pasado medio siglo, me acusaran de fascista por haberlo escrito: o sus herederos.” Hoy sacan los restos de José Antonio del Valle de los caídos. La última legislatura de Sánchez apenas ha servido para alterar el sueño de dos muertos.