TONIA ETXARRI-EL CORREO

Ni un día sin titular de Pablo Iglesias. Que pierdan toda esperanza quienes ayer le desearon «tanta paz lleve como descanso deja» en su despedida como diputado en el Congreso porque en su nuevo papel de candidato a la Asamblea de Madrid seguirá buscando su hueco permanente en los medios de comunicación. Que es donde él ha librado sus batallas. El vicepresidente más desestabilizador de la historia reciente de la democracia española se va pero volverá. No otra cosa significaba esa despedida con un «hasta pronto» que le dedicó a la bancada del PP después de haber anunciado que se querellará contra su secretario general, Teodoro García Egea, por «cohecho» y «comprar diputados». Una denuncia que si no tiene mucho recorrido jurídico, al menos supone un golpe efectista.

No se concibe la distensión con este personaje. Por eso ayer, después de haber quedado al descubierto la impericia de su equipo al no haber previsto que la ley electoral de Madrid le obligaba a abandonar su cargo de vicepresidente antes de lo que le hubiera gustado para poder presentarse como candidato, quiso morir matando. Con el anuncio de su querella dejó en evidencia la frustración, compartida con Pedro Sánchez, después del fracaso de las dos mociones de censura contra el PP en dos comunidades autónomas. Y su imprevisión de la rápida convocatoria de elecciones en Madrid cuando Isabel Díaz Ayuso divisó la sombra de otra moción de censura en su propia casa. Operaciones que Podemos no urdió (la cocinaron los equipos de Sánchez y Arrimadas) pero de las que pudo haberse beneficiado si finalmente el PP hubiera sido desalojado de Murcia y Castilla y León.

La operación fallida de las mociones de censura les pesa como una losa a sus promotores y asociados. Después de las intrigas han salido a relucir los movimientos. Y Ciudadanos ha reconocido que el PSOE les hizo ofertas para desbancar al PP. Pero que el partido de un Gobierno de coalición presentara una moción de censura contra el presidente de su equipo no se penaliza. Los «tránsfugas» son los otros. Los que volvieron a mantenerse en su sitio, a los que un Ábalos resentido les llamó «esclavos». Iglesias intenta pescar en río revuelto anunciando su querella. Sánchez ahí le aplaude. Pero a partir de hoy serán rivales en Madrid. Las encuestas prevén que Podemos arrebate votos y escaños a Más Madrid y Ángel Gabilondo podría quedarse tal cual. Que no es poco, dadas las circunstancias.

Si Gabilondo necesita que Sánchez le eche una mano correctora (sin apretar ¿eh Iván?) para que no derrape con la política de alianzas, Casado debería dejar más suelta a Díaz Ayuso. Que tiene méritos propios. La descomposición de Ciudadanos favorecerá la reunificación del centro derecha pero Casado quiere marcar presencia en esta campaña en donde, según Iglesias, «se va a consolidar un proyecto de Estado y un proyecto de país». Ayer se despidió. Pero no se va. Veremos dónde se ubica si las urnas no le son propicias.