EL MUNDO – 14/09/15 – F. JIMÉNEZ LOSANTOS
· Lo peculiar de la aceleración totalitaria del nacionalismo catalán no es su coreografía norcoreana, su sentimiento exacerbado y la dicha ovina con que la masa vive la exaltación de un pueblo unido, sin disidencia, que deberá ser exterminada por el bien de la raza o de la nostra gent. Elías Canetti, en Masa y poder, explica cómo esa militarización de la sociedad civil, con los niños como escudos humanos, prueba la voluntad de liquidar a todo el que se oponga al dogma que marque el führer, duce, caudillo o president. Lo esencial no es saberse la letra sino seguir la música, corear el estribillo del poder. Nazis, fascistas, falangistas o escamots (el fascio juvenil de ERC) ponían uniforme a los niños y pantalón corto de boy scouts a los mayores, jefes incluidos. El nacionalismo catalán adopta una estética dominguera, de guardería. Nuremberg se disfraza de kindergarten.
Los nibelungos de Junts por el Sí, en fila con su cartoncito de colores, eran wagnerianos del Liceo pasados por la Escola d’Estiu Rosa Sensat. Recordaban al grupo catalán Parchís, creado en 1980, el mismo año en que Pujol llegó al poder y se puso a fer país, a hacer a los buenos catalanes tan obedientes al Mestre, Él, como crueles con los malos catalanes, a los que deben denunciar. Y lo hacen. Por eso en Cataluña ya no se habla de política en casa. El totalitarismo rompe la familia en favor del poder político. El buen comunista, nazi, fascista o nacionalista debe denunciar a su padre (Carrillo) o renunciar a su madre, religión o moral para servir al Estado –proceso, revolución– en la cheka o en el Salón Kitty.
El gran éxito del grupo era Comando G. Sus miembros ocultaban su nombre y usaban los colores del parchís: rojo, verde, amarillo y azul, más un blanco –integrado y mudo– que bailaba. Y decía: «¡Comando G/ siempre alerta está!/ Son cinco jóvenes y son robots,/ cuya misión es la de proteger/ a la tierra de los ataques/ de seres de otras galaxias./ Son cinco jóvenes de gran valor/ que tienen una fuerza superior/ son inseparables,/ son invencibles,/ ¡Son el Comando G!». Y gritaban «¡Inversión!». ¿O «secesión»? La guerra de los niños, película de Parchís, anuncia el 27-S. Pero El Señor de las moscas muestra que los niños solos en una isla se vuelven criminales. Y el oasis, patio de concentración.